Capítulo 3

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JAMES

Contemplé el torso desnudo de la mujer que yacía junto a mi en la cama. Sonreí mientras la miraba. Era joven y hermosa. Era simplemente espectacular. Tenía el pelo negro y lacio, la piel blanca como una bella estatua esculpida en mármol, y unos labios rojos y carnosos que eran como seda en contacto con mi piel. Recordar la excitación anterior hizo que un escalofrío me acariciara. Ella dormía, así que cuidadosamente me fui apartando de ella, pero sin poder apartar la vista de su preciosa espalda. Estaba dormida mirando hacia la ventana, de manera que no le veía la cara, pero sabía que tenía los ojos azules como las aguas bravas.

Rápidamente me vestí, y saqué la cartera. Últimamente las prostitutas de calidad eran bastante caras. Saqué un billete de cien euros y se lo dejé encima de la mesa. Suspiré. La simple idea de perder dinero hacía que se me erizara el vello, pero de vez en cuando uno se tenía que dar algun capricho. Tras ver que no me olvidaba nada salí de la habitación 202 del Motel Coctel para dirigirme a mi coche, pero una voz femenina que sonó tras de mi cuando dejaba el edificio hizo que me girara.

-¡Espere! -dijo la hermosa joven que minutos antes había estado junto a mi en la cama de aquel motel.

-¿Qué sucede, Jane? -no sabía si aquel era su verdadero nombre, pero a ella le gustaba que le llamaran así.

-Debe mirar bien las habitaciones antes de dejarlas, agente. -dijo mientras sacaba del bolsillo de su bata una especie de tarjeta.

Apenas deje tiempo a mi sorpresa de mostrarse. En seguida ante tan súbita palabra reaccione con una sonora carcajada.

-¿Tanto se me nota?

Ella sonrió casi tímidamente, y me entregó mi documentación oficial junto con mi placa.

-No debería esconderlo bajo la almohada, James.

-Lo tendré en cuenta. - sonreí. Aquella chica siempre me había caído bien. A la luz de la luna pude ver que sus ojos brillaban más azulados que de costumbre.

-Adiós.

-Adiós, Jane. No dejes que cualquiera te ponga las manos encima.

Jane asintió y se encaminó de vuelta al hotel.

Subí al coche y me quedé allí, observándola hasta que desapareció. Cuando ya no estaba en mi campo de visión fue como si saliera de una especie de ensoñación. Giré la cabeza hacia el volante y sacudí la cabeza mientras me reía en voz baja. "Agente"... Saqué la placa y la miré. Casi podía acordarme del día en que me entregaron la placa, mientras yo juraba proteger mi país de la escoria que abundaba en él, pero yo no era el único que la había incumplido. Los polícias que trabajaban junto a mi también la habían incumplido de forma indirecta por no percatarse de que yo mismo era parte de esa ecoria desde hacia varios años. Pasé a intentar recordar los motivos por los que me uní a Giorgio. Apenas me acordaba, pero sabía que era por el dinero. El dinero. Unos simples papelitos de colores pueden hacer que tú hagas lo que quieras. Son nuestras cadenas, y siempre lo serán.

Encendí el motor del coche y puse camino a la comisaría. Era ya por la mañana, y tan solo me faltaba media hora para entrar a trabajar.

Mientras pensaba sobre temas de trabajo, Carl, uno de los investigadores que trabajaban para mi me llamó.

- ¡James!, ¡James!, ¿me oyes? ¡Es importante!

Aquel tipo siempre me había parecido como un chihuahua. Tan nervioso y miedica...

-Joder, Carl, te oigo perfectamente. Dime que cojones te pasa, y reza para que sea algo importante porque si no...

-¡En el número 32 de la calle Seflied! ¡John McAreln ha saltado desde la azotea! ¡No me lo puedo creer, James! ¡Casi lo teniamos!

Joder, aquello si que era algo importante. Si aquel tipo había muerto se vería afectada la investigación sobre el tráfico de cocaína en aquella zona. John era el principal sospechoso de ser quien pasaba la información, y según Carl, era una persona débil a la cual con varias palabras fuertes y con la ayuda de varias armas (y a lo mejor varias demostraciones de estas) cantaría como un canario.

-Maldita sea, Carl. ¡Maldita sea! ¡Deja de gritar como un jodido cerdo, ¿me oyes?! Ahora escúchame. ¡Escúchame, maldita escoria! Vas a mover tu culo, lo vas a sentar en una silla, y me vas a hacer un informe sobre lo que acaba de ocurrir. ¡YA!. -tras soltarle todo eso colgué el teléfono. Debía haber parecido idiota gritándole a un coche (tenia el móvil en manos libres).

Decidí pasarme primero a ver a Kate. Ella era la camarera del Pandora's Coffee. Donde siempre iba cuando estaba estresado.

Tiró de la puerta haciendo sonar una campanilla que había arriba. Entré con una radiante sonrisa en la cara, a pesar de que por dentro se desataba una tormenta oscura que me inundaba. Me quedé un momento pensativo al ver por un instante mi reflejo en el inmaculado cristal de la ventana. Pensé en mi pasado, en mi presente, y en mi futuro mientras no dejaba de mirarme a mi mismo directamente a los ojos. Aquellos ojos que habian visto tantas cosas...

Kate me despertó de su ensoñación tocandome suavemente del hombro. Me giré y le sonreí.

-Ahora te pongo lo de siempre, Jamie. -dijo, y seguidamente me dio un beso en los labios y se fue.

Me quedé allí parado como un idiota. Me acababa de besar. Mierda. Seguramente habría confundido lo de la noche anterior con algo serio. Recordé aquella noche y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Su gato nos había estado mirando toda la noche.

Me senté en la silla más cercana, sin preocuparme demasiado por la confusión de Kate. Ese no era el tema que me ocupaba en esos momentos. Me cogí las manos entre la cabeza. Me daba vueltas. Entoces noté la música y la vibración de mi móvi. Era Carl de nuevo.

-¿Qué quieres? -le dije con tono cansado.

-J-j-james... El Príncipe ha desaparecido. Estaba en su casa esta mañana según afirma su vecina, pero de repente han visto a un hombre de una empresa de fumigación entrando en su casa y aparcand la furgoneta enfrente y al cabo de varias horas ya no estaba. No han visto nada más porque nadie estaba al tanto, pero...

Antes de que pudiera acabar lancé el teléfono con todas mis fuerzas al suelo.

Maldita sea. Otro personaje importante en mi investigación desaparecía, y aquel estúpido de Carl no sabía hacer nada más que temblar y chillar.

Me levanté dirigiendome hacia la puerta. De camino encontré a Kate, que me traía las tostadas, el café y la copa de vino. Lo llevaba todo en una bandeja, pero en un movimiento bruso de mi brazo (intencionadamente) y un grito suyo cayo todo estrepitosamente al suelo. Manchándome los zapatos. Lo que me faltaba. Abrí la puerta haciendo tintinear la maldita campana y salí al aire fresco.

El aire no me había parecido nunca más denso y de repente, pareció claro.

El maldito negocio que se llevaba ese "Tío Mike" entre manos... Tenía que estar ambos sucesos relacionados con eso.

Deseé no haber tirado el móvil. Me subí al coche y pisé a fondo el acelerador. Tenía que contarselo a Carl...

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⏰ Última actualización: Oct 11, 2014 ⏰

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