Lo siento

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—Aline, ya deja de llorar —susurró su hermana menor, sobando su espalda aún intentando calmarla, después de soportar dos horas de llanto.

—Pero... pero... ¡Él me dijo que es gay! —chilló más fuerte, comenzando a patalear como niña pequeña, recibiendo un proyectil directo en la cabeza.

—¡Ya deja de chillar! —se quejó Namjoon, lanzándole la otra almohada que también había traído desde su cuarto.

Solo unos segundos bastaron para que la señora de la casa suspirara agotada y bebiera el último sorbo de su té de manzanilla antes de ponerse de pie y caminar tranquilamente hasta la habitación de sus hijas.

No necesitó abrir la puerta cuando llegó, pues ésta era obstruida de par en par por un regadero de almohadones, sábanas y muñecos de felpa, sobre los que descansaban Coco, Crema y Canela, las felinas de la casa; siendo espectadoras de una lucha libre digna de esa familia.

Sobre una de las camas pequeñas, cuatro adolescentes se encontraban en su habitual riña a muerte, entre una lluvia de plumas y relleno de osos. Mucho relleno de osos. La mujer por unos segundos dudó en si detenerlos o dejar que se arrancaran la cabeza de una vez por todas, pero no, eso no sería propio de una madre.

—Tienen tres segundos para detenerse o los castigaré hasta que sus futuros prometidos y prometidas vengan a pedir sus libertades condicionales.

Los cuatro se estremecieron y pronto se sentaron en el suelo, sobre sus muslos, temiendo la ira de mamá Kim.

—Ahora quiero saber qué es lo que-

—¡Ellas/Ellos empezaron! — protestaron ambos pares al mismo tiempo, antes de que la mujer terminara su oración. Entonces la primera mirada severa fue lanzada, siendo más que suficiente para hacer a los cuatro agachar la cabeza, haciendo uso de sus derechos a permanecer callados.

—Aline no dejaba de chillar, mamá —se quejó el mayor de los cuatro, sin elevar mucho la voz, haciendo que esas palabras salieran apenas en un susurro.

—Ya siento que tendré pesadillas con ese lloriqueo de chivo —lo secundó Taehyung, estirando su labio inferior en un tierno puchero.

—¡¿Acabas de compararme con un chivo?! —gritó furiosa su hermana, siendo rápidamente sostenida por la menor de todos para evitar que saltara directo al cuello de su hermano mayor.

—Aline, al cuarto de interrogatorio —mandó la mayor.

—¡Pero mamá!

—¡A interrogatorio, dije!

La madre de esos revoltosos no necesitó soltar más palabras cuando su hija ya se encontraba corriendo fuera del cuarto, con los demás pisándole los talones. Sonrió sabiendo que, a pesar de los años, esos niños jamás dejarían de ser sus bebés. En verdad sentía pena por las personas que se enamoraran de ellos.

Poco tiempo después, los cuatro se encontraban en la cocina, cada uno con un vaso de leche y algunas galletas de vainilla con mermelada de fresa. La mayor de las pelinegras ni siquiera había dado un mordisco a los dulces, no podía cuando sabía que su madre esperaba a que comenzara a hablar, observándola desde la otra punta de la mesa, con los brazos cruzados bajo su pecho.

—Hoy me confesé —susurró, sorprendiendo a sus hermanos mayores. Provocando que uno casi se asfixiara con las migajas de las galletas y el otro botara leche por la nariz.

—¿A-A quién? —preguntó Namjoon, luego de haber calmado su tos.

Su hermana suspiró y solo miró a su madre. Tanto ella como los demás, sabían que su progenitora tenía un tercer ojo para estas... cuestiones.

¿Así que eres gay? [pjm & myg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora