Adiós

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Suspiraba completamente ido. Miraba hacia la ventana, tratando de ver el paisaje que le regalaba aquella maravillosa ciudad, pero los pensamientos en su mente no se lo permitían.

Lo extrañaba.

Sentía su pecho inflarse con dolor y parecía que el viento murmuraba un leve: «No debiste huir»

Todo el mundo le recordaba a él.
Su risa, sus ojos, su cabello... Toda su complexión en sí. Veía sus hoyuelos en cada cara que se le atravesaba, ¿desde cuándo todos tenían?
En definitiva eso era lo que más extrañaba; colocar sus índices en cada uno de sus huecos de las mejillas y sumergirlos ahí delicadamente hasta hacerlo reír y sonrojarse.

Tímido.

A veces él era muy tímido. Y le encantaba que fuera así, porque le gustaba ver sus mejillas teñirse de rojo y él, en un intento desesperado de ocultarse, colocaba sus manos en la cara y se subía la capucha de su abrigo. Jimin trataba de bajar sus manos, y cuando lo conseguía, lo besaba tan delicadamente que de inmediato se sumergían en su propia burbuja de amor.

Torpe.

En ocasiones su amor era un torpe. Rompía cosas sin saberlo, y solía tropezarse mucho, parecía no fijarse de su andar. Pero, así lo quería. Y cuando se lastimaba en una de sus tantas torpezas, estaba ahí para su amor. Cuidaba de él, tal vez un poco más que de sí mismo, sin embargo eso nunca le importó. Estuvo a su lado aquella vez, que se fracturó el brazo y también la vez en que hervía en fiebre. Simplemente no podía dejarlo solo.

Romántico.

Él (su amor) era un romántico. Le dedicaba canciones, le regalaba pequeños detalles y era muy caballeroso. Jimin nunca le negaba nada por esto, él sabía cómo persuadirlo y sobre todo, cómo enamorarlo cada día un poco más.
Un día, él lo citó en un parque. Llegando a la hora exacta, encontró un pequeño camino de pétalos de rosas, cosa que le pareció extraña pero lo siguió por instinto. Encontrándose con un pequeño picnic; él sentado en una manta amarillo pastel y un gran ramo de rosas a un lado.

"—¿No quieres un picnic? —había preguntado, sonrojandose levemente."

Testarudo.

Como todos, tenían momentos de discusión. Jimin era el más testarudo de los dos, no quería escucharlo, al menos las primeras dos horas si algo lo llegaba a enojar realmente, pero él siempre conseguía apaciguar todo. Lo hacía reír, le revolvía el cabello y lo abrazaba por detrás. Le pedía disculpas si era necesario después de hablar sobre lo ocurrido.

Sí, lo extraña.

Sí, moría por verlo aunque sea una vez más...

Pero, ¿cómo le vería la cara una vez más si él se había ido para no regresar?

El viento sopló una vez más, recordándole su huida. Y él, tan serio como los últimos días, le contestó: «No estoy huyendo, jamás podría huir de él. Siempre estará en mis pensamientos...»

Le dejó una duda al viento, pero este se calmó y dejó de mover sus cabellos y hacer enfriar sus mejillas.

—¡Te amo! —gritó a la nada—. ¡Te amo, Namjoon! —Una lágrima escurrió de su ojo derecho.
Sintió como si alguien lo abrazara por la espalda, fue tan solo un segundo, que lo hizo recordar la manera en la que su amado lo abrazaba de la misma forma. Pudo sentir su respiración en su cuello y después de unos segundos más escuchó un débil susurro.

—Estoy bien. Por favor, sé feliz. —En ese instante el viento sopló de nuevo, llevándose consigo esa sensación, dejando en su lugar a un Jimin llorando un poco más fuerte.

Y como si de un arranque de locura se tratara, este empezó a reir, primero muy débil y bajo, para que un momento más tarde se intensificara más, una risa real a la vez que lágrimas seguían saliendo.

Adiós —le dijo a la nada.

«Despedida» [NamMin/OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora