-Alaia, por dios. ¡Levántate! - mi madre gritó desde el pasillo de la casa.
No hay nada peor que un lunes por la mañana y que tu madre te esté gritando, sin lugar a dudas.
- Esta bien mamá, ya estoy despierta - gruñí para mis adentros.
Hoy es mi primer día en "Newland College". Me mudé hace una semana a Derment puesto que a mi padre consiguió ser administrador de una de las empresas más grandes de la ciudad. Juro por Dios que estoy feliz por él, pero no por mí.
Ser la chica nueva en una ciudad de desconocidos no es nada agradable, sin contar que siempre me miran como un bicho raro, aunque tampoco es que niego que lo soy.
Con toda la pereza del mundo caminé hacia el baño de mi nueva habitación para poder darme una ducha, para ver si así me relajo un poco con el agua tibia.
Al terminar busque un conjunto en mi closet que sea algo decente para el día que me esperaba. La verdad yo no tengo gustos específicos en cuanto a ropa, podía utilizar un día ropa negra y floja y al siguiente día ropa floreada y apegada. La ropa para mí no clasifica a las personas, sino sus personalidades.
Me decidí por una blusa blanca, unos jeans rotos del mismo color y unos Adidas Superstars que me combinaban. Me cambié lo más deprisa que pude, tomé mi mochila y bajé las escaleras hacia el comedor dónde me esperaban mis dos hermanas gemelas menores, mi madre y mi padre desayunando tranquilamente y charlando.
-Buenos días - saludé a mi papá dándole un beso en la mejilla, acción que repetí con mi madre. Con mis hermanas simplemente les desordené el pelo causando que las dos me gruñeran molestas.
Me senté en una silla vacía que normalmente ocupaba y comencé a comer mi desayuno el cuál mi mamá me acaba de servir, saboreando lentamente el dulce sabor del mango bajo mi paladar. Al terminar me despedí de mis padres al igual que de las enanas y me encaminé a la parada de autobuses, ya que aún no conseguía mi carnet de conducir.
Al llegar me sorprendí porque el bus justamente ya estaba llegando, es raro porque siempre los autobuses se demoran una eternidad en llegar. Me subí rápidamente no sin antes pagar mi pasaje al chofer gruñón y panzón.
Me la pase todo el viaje viendo por la ventana imaginando historias que mi mente inventaba, mientras escuchaba música a todo volumen para no escuchar la conversación que tenían unas chicas de más o menos mi edad. Al parecer hablaban sobre una fiesta que habrá en su instituto. Eso obviamente no me interesaba en nada así que mejor decidí utilizar mis amados audífonos.
Al ver que mi parada se acercaba decidí pararme para poder bajarme. El instituto me quedaba a una cuadra de mi parada por lo cual no se me dificulto en nada llegar. No estuve consiente en que momento había llegado, pero ahora mismo estaba en frente de un imponente edificio de color café, es de estilo de la clase media. Desde donde yo estaba se podía ver unas canchas de futbol y de básquetbol. El edificio estaba dividido de 4 secciones para diferentes aulas que se notaban gigantes para ser verdad.
El lugar estaba repleto de adolescentes conversando, discutiendo, algunos guardando sus cosas en las taquillas, y como no, nunca falta la típica parejita que parece que están prácticamente teniendo sexo en todo el pasillo.
Sin poder evitarlo hice una mueca de asco y me encaminé a la dirección, en donde tengo que pedir mi horario, mis libros y mi número de casillero.
Al llegar una pelirroja de ojos verdes estaba de secretaría, la cual al verme esbozó una sonrisa dulce.
- ¿Te puedo ayudar en algo? - me preguntó amablemente sin aún borrar la dulce sonrisa de su rostro.
-Vengo para retirar mi horario, mis libros y mi número de taquilla- le contesté lo más amable posible.
- ¿Eres Alaia Morrison? - me preguntó alzando unas de sus pobladas cejas.
Asentí con la cabeza.
-Espera un momento, le avisaré al señor Morrison que estas aquí- ella cogió el teléfono que estaba en su escritorio e hizo una llamada a su jefe seguramente y ni diez segundos después colgó el teléfono.
-Adelante, puedes pasar, es la puerta a la derecha de color café- me señaló con su mano una puerta café que estaba al terminar de un pequeño pasillo.
-Gracias- le sonreí amable y caminé hacía dónde me señaló la pelirroja.
Al llegar le di tres golpes suaves a la puerta esperando que el director me contestara.
-Adelante- se escuchó una voz dentro del despacho del director.
Sin pensarlo dos veces, entre a su despacho. Este era de un color beige, en la pared del lado izquierdo estaba un montón de trofeos y diplomas que obviamente son premios que el director ha ganado a lo largo de su vida.
-Alaia, por dios, ¡Cuánto has crecido!
El director Morrison, mi tío. Él tuvo que mudarse de Lesie a Derment puesto que había encontrado un mejor puesto como director en el Newland College.
Él y yo éramos muy unidos, de hecho, es mi tío favorito, pero debido a que se tuvo que mudar perdimos el contacto en su totalidad.
-Hola tío, te he extrañado- y sin pensarlo dos veces corrí a abrazarlo.
El abrazo fue uno lleno de emociones y sentimientos.
Recuerdo que cuando mis padres no podían cuidarme debido a sus empleos, mi tío y su esposa cuidaban de mi como que si fuera su propia hija.
Ellos tienen 2 hijos, Benet y Domenec, mis primos.
Benet es cariñoso, acogedor, educado, sobreprotector y atento, mientras que Domenec es tranquilo, diplomático, educado y tiene mucho autocontrol. El primero tiene mi edad, mientras que Domenec es un año mayor que los dos. Sin duda ellos son los mejores primos del mundo.
Al terminar el abrazo mi tío me dio una mirada dulce y acogedora.
-Vienes por tu horario, ¿verdad? - me pregunto
Asentí con la cabeza.
-A mí no me engañas, tu vienes por tu tío favorito- subió y bajo las cejas graciosamente.
Sin poder evitarlo solté una pequeña risa.
-Puede ser- le contesté juguetonamente.
-Ten, es tu horario, tus libros y tu número de taquilla- me entregó unos papeles y unos libros gigantes que por poco y no me hacen caer por el peso.
Le di una sonrisa agradecida.
-Anda, tienes clases en 10 minutos, y no quiero que llegues tarde en tu primer día- me abrió la puerta de su despacho y antes que me retirara me dio un beso en la frente a modo de despedida.
Salí lentamente de su despacho, puesto que aún no quiero entrar a clases. Tener que presentarme delante de todos no era algo de mi agrado, prefiero simplemente sentarme y escuchar la maldita clase y ya, sin ningún problema.
Por estar pensando en aquello no noté a dos figuras que se dirigían en mi dirección, logrando que choque contra el cuerpo de uno de los chicos.
Levanté la mirada dispuesta a insultar a la persona por no apartarse del camino, pero las palabras quedaron atascadas en mi garganta, impidiéndome siquiera hablar.
Frente a mí se encontraban dos chicos claramente atractivos.
Uno de ellos tenía el pelo negro como la noche, ojos azules intensos y unas perfectas cejas bastante pobladas, mientras que el otro chico compartía su mismo color de pelo, pero sus ojos al contrario del chico a su lado, eran de un color verde claro.
Sonreí sin poder evitarlo.
Llevaba mucho tiempo sin verlos.
ESTÁS LEYENDO
Mi oscuro don
Science FictionLa historia narra la vida de una chica llamada Alaia Morrison, quien, como algunas otras personas se siente excluida debido a como ella es. ¿Qué es lo primero que ve una persona? Por lo general, la vestimenta. Alaia no es de esas personas que se v...