Capítulo 1: Caminos

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Un hombre avanzaba en un caminó desolado, con un inmenso bosque alzándose a sus alrededores.
Esté hombre tenía la apariencia de un caballero de avanzada edad, debido a su color de cabello que era blanco como la nieve, estaba algo largo y descuidado, al igual que su barba con descripción similar. Aún así, su apariencia denotaba un aire de juventud, y una personalidad pulcra y respetable, debido a que su vestimenta, aunque un poco rota, estaba limpia y bien arreglada. Su mochila contenía víveres básicos: alimento, agua y un botiquín de primeros auxilios. Pero destacaba un agregado bastante inusual para un kit de supervivencia: libros... Muchos libros, con temáticas de lo más variables. Cocina, herbolaria, primeros auxilios, terror, romance, fantasia, etcétera etcétera.
A simple vista parecía un erudito que disfrutaba de la lectura.

Su rostro demostraba un poco de preocupación ¿Por que sería? ¿Olvidó un trabajo importante? ¿Llegaba tarde a una cita con su pareja? ¿Tenía deudas que pagar? O quizá....

-La obscuridad... Debo evitar a toda costa, la obscuridad- Susurró aquel hombre que apresuraba poco a poco el pasó.
El cielo auguraba una tormenta que se aproximaba a pasó lento, pero seguro.
-Debo encontrar un sitio seguro donde refugiarme de la tormenta, con suerte y quizá pueda encontrar algo útil en el camino. Oh si la suerte en verdad me sonríe, a alguien que me ayude.- Pensó el hombre con pocas esperanzas.
-¿Que hora es?- Se preguntó mientras aminoraba poco a poco el paso y observaba su reloj de mano.
- 9:48. Supongo que es buena hora para almorzar algo... Pero no me gusta cómo se ve el cielo. Creo que será algo exprés- De su mochila sacó un sándwich sencillo envuelto en una pequeña servilleta y una lata de refresco morada que, pese a estar guardada en su mochila por un tiempo indeterminado, parecía fresca y bien conservada. Aunque más lento, no detuvo el paso mientras comenzaba a comer apresuradamente.
Al finalizar, depósito la servilleta nuevamente en su mochila y colocó la lata en el suelo para después aplastarla y guardarla.
-Que la humanidad comience a destruirse no significa que el mundo también deba hacerlo- Pensó con algo de incredulidad el hombre.
Sin previo aviso, pequeñas gotas de lluvia comenzaban a caer poco a poco. Al percatarse de ésto, el hombre comenzó a apresurar de manera constante el pasó, a tal punto que pronto comenzó a correr de manera veloz. Pronto, el temor que anticipaba vendría, se desató de manera espontánea y violenta. La pequeña lluvia se transformó en una tormenta sin precedentes.
Al correr de manera tan brusca y violenta, uno de sus libros cayó de su mochila, llenándose de lodo.
Al percatarse, el hombre dió rápidamente media vuelta y tomó el libro, que, para su suerte, solo ensució su portada.
-Ay, me lleva- gimotio extrañamente el hombre. De su mochila sacó un pequeño trapo y limpio cuidadosamente la portada. En el libro, se podía leer en letras grandes: DIARIO, y en letras pequeñas estaba escrito un nombre con una leyenda que decía: "Propiedad de Simón Petrikov, si alguien ajeno a este diario, o a mí persona lo encuentra y lo lee, por favor (...) resiste y ten fe".
-Menos mal que no fue nada grave, aún no e completado de escribir mis anécdotas-
Pensó el hombre aliviado. Pronto, sus ideas fueron interrumpidas por un fuerte relámpago que hizo un gran estruendo. Procedió a guardar su diario, e incursióno nuevamente en su viaje hacia la gran ciudad y en busca de un refugio para la tormenta. Para su suerte, un pequeño edificio se podía observar en la lejanía. Rápidamente, el hombre llamado Simón, corrió hacia el edificio, aliviado de saber que no tendría que vivir de primera mano la tormenta en su totalidad.

Al estar lo suficientemente cerca del edificio, Simón noto que el edificio se trataba de una gran cabaña. Juzgando por su tamaño, el sitio debió ser un lugar frecuentado por turistas antes de el "incidente" nuclear.
-Si tengo suerte, habrá alguien dentro que me pueda ayudar... Si tengo mucha suerte, no habrá "nadie" y podré estar tranquilo al menos hasta que la tormenta terminé- Pensó en voz baja Simón mientras se preparaba para entrar.

Colocó sus manos en la fría perilla de la puerta de madera.
-¡¿Quien está ahí?!- Una voz vieja y cansada se escuchaba del otro lado de la puerta.
-¡Me lleva!-susurro Simón mientras retiraba rápidamente su mano de la perilla y se agachaba instintivamente.
-¡H-hola! ¡Disculpe, pensé que la cabaña estaba abandonada!- Decía Simón con total sinceridad y preocupación, mientras se lamentaba y se gritaba por dentro lo estúpido que fue al hablar con un completo extraño que quizá sea peligroso.
-¡Larguese, no tenemos nada de valor, excepto la escopeta que tengo en mano, y-y no dudaré en disparar!- decía la voz del otro lado de la puerta, que claramente se escuchaba cansada y asustada.

-¡Por favor, no vengo a causar problemas, solo quiero refugiarme de está tormenta! ¡Le juró que no soy peligroso!-
Un silencio momentáneo se hizo presente del otro lado de la puerta... No hubo respuesta alguna.
Simón cada vez se sentía más tensó, poco a poco un deseo interno le decía que se la debía colocar para protegerse... La corona, comenzaba a llamarlo...
Cuando la tensión y el miedo estaban por eclipsar y nublar el buen juicio de Simón, un crujido se escuchó del otro lado de la puerta, que poco a poco... Se comenzó a abrir.

Supervivencia en el nuevo mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora