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Todo parecía impecable.

Yonaka se encontraba revisando los últimos detalles de aquella habitación.

Las paredes pintadas de azul turquesa y estampado de peces; la cama con una cobija color azul marino; las cortinas blancas; y flores azules, conchas de mar y fotos familiares que decoraban el escritorio, buro y tocador. Si, todo parecía en orden.

Pero la pelinegra no estaba convencida, sentía que algo faltaba. Mientras pensaba que era lo que podía estar faltando, llamaron a la puerta del cuarto.

—Adelante — dijo la joven dejando entrar a una mujer de cabellos naranjas amarrados en un chongo (rodete, etc.), mucho más adulta que ella. La mujer al tan solo poner un pie en la habitación se quedó sorprendida.

—Vaya... — menciono la mujer viendo impresionada el cuarto — ¡Te ha quedado hermosa! Estoy segura de que a tu hermana le encantará.

—¿Crees?...

—Por supuesto — contesto la mujer, mientras se acercaba a la joven y le apartaba el fleco que cubría su ojo derecho — Su vuelo llega en menos de una hora, así que, por favor ¿Puedes ir a apurar a tus hermanos?

—Si, madre.

La mujer sonrió.

—Estaré en mi oficina si me necesitas.

La joven asintió y la peli naranja salió del cuarto. Yonaka volvió a acomodarse el fleco y suspiro.

Muy bien; otra cosa de la cual encargarse.

Al ser la hermana mayor que aún quedaba en la casa, y aparte el hecho de ser futura reina, hacía que tuviera muchas responsabilidades.

Salió de la habitación aun insatisfecha con el resultado.

La chica avanzo por el pasillo donde había cinco habitaciones, hasta que se detuvo frente a una puerta blanca con una letra Y de madera color verde. La ojinegra toco la puerta, pero no hubo respuesta, volvió a tocar y nada.

—¡Yosafire! — grito la pelinegra a la vez que tocaba a la puerta.

La puerta se abrió dejando ver a una chica de cabellos verdes con rosado, y con ojos igualmente color rosa, la cual aún se encontraba en pijama.

—... ¿Qué pasa Yonaka-tan? — pregunto medio adormilada la peli verde.

—¿Cómo que "¿Qué pasa?"? ¿Por qué no te has cambiado? Tenemos que estar en el aeropuerto en menos de una hora.

La oji rosa abrió los ojos como platos.

—¡WAHH, cierto! ¡Deja me cambio! — tan solo termino de decir aquello, le cerró la puerta en la cara a la otra joven, provocando que esta diera un respingo. Suspiro llevándose la mano a la cabeza. Esta Yosafire no tenía remedio, pensó.

La pelinegra se dio media vuelta y fue a revisar las dos habitaciones sobrantes en aquel pasillo, una tenía una letra E de madera, igualmente en color verde; y la otra tenía una letra H en azul marino, más en ninguna de las dos habitaciones se encontraban los dueños de estas, los pequeños de la casa. Debian de estar abajo.

La ojinegra bajo las escaleras y fue hasta la sala, y ahí, sentado en el gran sillón de cuero rojo, encontró a uno de los pequeños que buscaba; bueno, ni tan pequeño, pues el chico ya tenía trece años.

Afortunadamente este ya estaba arreglado con sus ropas azul marino, que contrastaban muy bien con sus cabellos albinos y sus ojos claros. Este estaba observando algo que tenía en las manos.

La joven se iba a acercar a este, pero su camino se vio un poco desviado cuando vio que en la orilla del mismo sillón estaba acostado uno de sus gatos —que eran en total cuatro; todos de pelaje amarillo-anaranjado—, y se acercó a acariciarlo. Aquellos gatos eran uno de sus mejores tesoros.

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2018 ⏰

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Como Niño en Dulcería «Funamusea»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora