Prólogo: la princesa de hielo - Parte 05

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Abandonar el palacio había sido física y mentalmente agotador. Mi cama recibió de buen grado a mi cuerpo, el cual se sentía más pesado que de costumbre. Su colchón era tan blando que parecía que flotase en una nube; Era justo lo que necesitaba tras todo lo que había vivido.


Despacio, giré mi cabeza y me encontré directamente con la mirada vidriosa de Delora. La muñeca permanecía en el estante de siempre, justo donde la había dejado antes de salir del castillo. Se sentía como si hubiera pasado un mes desde ese instante hasta el momento presente. A pesar del cansancio que me invadía, no pude evitar abrir mis labios y empezar a hablarle a mi mejor confidente:


— Hoy he salido del palacio, Delora. —mis ojos abandonaron los suyos por un momento mientras los recuerdos acudían a mi cabeza— Ha sido igual de horrible que hace unos años. Todos me han mirado como si yo fuese...


Mi voz se rompió antes de decir el final de esa frase, sintiendo que era superior a mis fuerzas pronunciar en alto la palabra "monstruo". Mi corazón latía de forma pesada bajo mi pecho y los ojos me empezaban a escocer. Incluso estando sola en la inmensidad de mi cuarto, hice un esfuerzo por no venirme abajo.


— ¿Qué he hecho para merecer esas miradas? ¿Cómo puedo ser tan odiada?


Por un momento cerré mis párpados, visualizando en mi cabeza los rostros airados de esos civiles. Me vinieron a la mente las lágrimas de Emelaigne, la furia en los ojos de Rod, y la forma en la que hablaron de mí esas dos mujeres por la ciudad.


La princesa de hielo.


Suspiré mientras abría mis párpados, observando ahora el techo de mi cuarto en vez de mi preciada muñeca. ¿Qué pensaría madre de todo esto? Desde donde descansaba, ¿podría verme? ¿Estaba enfadada por verme tan afectada por esa escoria social? Nunca le había gustado que me mostrase débil, porque según ella una princesa como yo no debía dar esa imagen. Seguro que de haber seguido viva me habría sabido tranquilizar a la perfección, Habría dicho las palabras que justo necesitaba oír para que perdiese esos miedos que amenazaban con consumirme. La echaba tanto de menos en estos momentos...


— Ojalá madre estuviese aquí.


Nuevamente volví a contemplar las caras sonrientes de mis muñecas.  Me habían acompañado durante toda mi vida, unas durante más tiempo que otras, y aun a día de hoy podía seguir mirándolas en busca de consuelo.


— Al menos os tengo a vosotras.


Una oleada de cansancio invadió mi cuerpo, provocando que bostezase mientras estiraba mis brazos por encima de mi cabeza. Había sido un día muy largo y empezaba a pasarme factura. Mi única esperanza es que tras este fiasco, la primera que no querría que volviese a acompañarla nunca más a la ciudad sería Emelaigne. Con algo de suerte tanto ella como el rey me dejarían tranquila durante una temporada, que era justo lo que necesitaba.


— Buenas noches, Delora. —dije antes de que el mundo de los sueños me atrapase con suavidad, sumiéndome en una calidez y oscuridad que me hacían sentir segura.

~Cinderella Phenomenon~ IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora