¿Arreglándome? 『AyanoxRivalesM』

Capitulo uno

Capitulo uno

❛❛ Heartbroken ❜❜

¿Qué era... todo eso? ¿Qué estaba sucediendo con el mundo?

Su mirada lentamente se dirigio hasta sus manos, que tambaleaban como un traqueteo incesante que ella no podía detener por mucho que realmente quisiera. Y realmente eso deseaba, pero no podía parar, ese movimiento era contra su voluntad.
Sus piernas parecían imitar ese gesto en compas y se sentían mucho más débiles de lo habitual, como si le avisaran que en cualquier momento cederian y se debilitarian por completo, dejándola caer al suelo.

Su cabeza estaba inclinada hacia abajo, y sus ojos se encontraban más abiertos que de costumbre. Su mirada, que veía sus manos, lentamente se nublo y distorsiono.
Sus mejillas comenzaron a mojarse tras eso, y sus ojos picaron como efecto secundario. Ella estaba llorando. Las lágrimas caían como si de una fuente se tratase.

Sus manos, como fue posible, llegaron hasta su rostro y se apoyaron sobre sus labios. De esa manera, logró ocultar un quejido acompañado de un hipo y un sollozo que quisieron escapar sin su permiso.

¿Era eso una pesadilla? ¿Una cámara oculta? Esperaba que de un momento a otro alguien apareciese frente a ella y, con voz calmada le dijera una simple frase, algo como; «Tranquila, es solo una broma. Taro Yamada no está saliendo con Osana Najimi. No son pareja».

Pero sabía que aquello que se había imaginado no llegaría a suceder por mucho que su corazón lo pidiera y rogara por ello. Ni siquiera en sus mejores sueños pasaría. Porque esa era la dura y cruel realidad a la que debía enfrentarse, por mucho que la odiara con cada fibra de su cuerpo.

De repente, sintió un peso sobre sus hombros. Su cuerpo de manera instantánea dio un salto dispuesta a separarse, pero por culpa de su inhabitual debilidad, la otra persona logró su objetivo.
Sintio sus brazos rodearla y aprisionarla contra el contrario ajeno, y una de sus manos acabó en su cabeza. Así, haciendo un poco de fuerza y obligándola a enterrar su rostro en su clavícula, como si no le importará manchar su uniforme.

—Estoy aquí, Yan-chan—.

Era una voz dulce y suave, un tono masculino, grave y calido. Era una voz que ya conocía y que tantas veces había escuchado, y su corazón se debilitó ante su presencia como si ya no pudiera retener lo roto que se encontraba, mucho menos frente a él.
Sus manos se dirigieron con desesperación al centro del uniforme contrario, sobre su espalda, y hundió sus dedos sin importarle llegar a arrugarlo. Así, un sonoro grito que fue ahogado en la clavícula del contrario salió del fondo de su garganta, expresando su dolor.