Nueva York, Manhattan.
noviembre, jueves.
Edificio Palace.
—Érase un castillo, donde vivía una pequeña niña llamada Ruby, ella un día jugaba a las muñecas, cuando de pronto oyó una voz gritando su nombre. Su padre siempre decía que debía obedecer a la primera si la llamaban, ella seguía su nombre, la voz seguía gritando, una vez recorrió toda la casa, no encontró de dónde venía la voz. Salió del castillo, aunque lo tenía prohibido ella quería saber quién la llamaba con tanta insistencia.
—Pero, tú siempre dices que debo mantenerme lejos del peligro.
—Sí príncipe, pero Ruby eso no lo sabe, ahora déjame seguir el cuento —acomodo su cuerpo más cerca de mí, su olor a bebé se siente tan bien— Ruby al salir oyó de nuevo la voz, caminó hacia el bosque, no debía estar ahí, tenía mega prohibido salir, pero a Ruby no le gustaban las reglas. Una vez llegó al laberinto, ese que veía desde su ventana, oía la voz cerca, Ruby llegó al centro, una puerta la recibía, ahí un precioso ángel de alas doradas la esperaba a ella. 'Quién eres?' Preguntó 'Soy un ángel, mi reina, usted debe venir a su reino' Ruby no sabía a qué se refería, mami era la reina, ella era princesa, siempre quiso reinar sobre algo o alguien, así que aceptó.
—Nani, si no le conocía como se fue con él, ¿y si la hacía daño?
—Tranquilo, escucha la historia. Ruby cuando llegó a su reino, todos se inclinaban ante ella, era lo que hacían con su mami, todo fue muy bien, siempre cumplían sus caprichos hasta que un día le dijeron que debía tener un príncipe, un chico que gobernase con ella, ella no quiso y mató a todos excepto al ángel que la fue a buscar y edificó un nuevo reino. Fin.
—¡Naniii! no puedes matarlos a todos. Qué pasa si tenían hijos, sus padres, las nanas —gritonea Uriel, el pequeño moco bajo mi brazo, se supone que era un cuento de buenas noches.
—Príncipe, es solo un cuento ahora a dormir, yo debo irme —salgo con mucho cuidado de su lado— Sueña y no seas como Ruby. En todos los sentidos listillo.
—Te lo prometo nani, pero tienes que cantar algo, has arruinado mi cuento favorito, aún así, te quiero. —sonríe y sus labios se presionan contra mi mejilla— Aunque arruines mis cuentos.
—Te quiero, príncipe.
Comienzo a tararear su canción favorita, la nana que le han cantado a toda la generación de nuestra familia. Ahora siendo mi deber traspasarla a la suya. Sigo cantando, suelta ligeros ronquidos. Esa es mi señal, apago la luz, cuidando de no hacer ruido. Donde mierda estará mamá, se supone que estaría en casa hoy, debía leerle a Uriel, pero cuando venía hacia aquí para comprobar que estaba bien me lo encontré llorando. Mamá no había ido a leerle el cuento.
Hija de la abuela.
Llevo los tacones en la mano para no despertar a mi niño, llamo al ascensor, mierda este no funciona, voy por el otro. Cruzo el pasillo hacia el piso de papá, bajo por las escaleras, gracias a Dios el ascensor lo tengo cerca. Doy unos cuantos pasos y llamo. Tener un ascensor privado es lo mejor.
—Bogdán ¿dónde estás? —pregunto por el pinganillo a mi guardián. Las puertas del ascensor abriéndose.
—El coche está en la puerta. He pedido a los del museo que despejaran la salida —me responde— también me he encargado de los paparazzi.
—Algún día, en esta vida y en otra vas a ser importante Bogdán. En cuatro llego. —sin él, yo no sería posible.
El ascensor sigue bajando, millones de espejos cubren sus paredes. Mierda, la raya del ojo está torcida, saco el pequeño eyeliner del bolso, me acerco al espejo de mi izquierda y trato de arreglar el desastre. Admiro el resultado final, me gusta como ha quedado.
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Bienvenido al infierno [Hijos de la Ruina]
RandomNadie es quien dice ser en realidad. Esto no va sobre nuestra historia de amor. Tampoco sobre cómo nuestros hijos corretean por el jardín de nuestra casa mientras tú, el chico malo, me escogió a mí, la niña perfecta para después formar una familia f...