Resulta que los caminos no siempre son del todo seguros, y mucho menos cuando te dirigís a no sabes donde. Con papá en el auto todo parece tranquilo, el camino de tierra angosto serpentea entre los campos vacíos y un cementerio un tanto gótico. Todo resulta ir bien hasta que inesperadamente el auto se frena, aun no recuerdo si fue un acto voluntario o no, pero al bajarme aun veo las monedas oxidadas que bañan el piso de tierra, un tanto extraño para ser el medio de la nada. Al mirar hacia abajo un niño. Solo y con movimientos desesperados se mueve al lado de la rueda en posición de gateo. No le deba mas de cinco años y una apariencia pálida casi verde.
-Dejalo, no te hará daño, solo quiere comer
En sangrentado en el piso, un hombre, joven y tranquilo, aun mantengo la imagen de su brazo desmembrado, la manga de su remera cubierta del liquido rojo que debía quitarle la vida, y su cabeza reposada en la rueda delante, el resto de su cuerpo se tendía sobre su lado derecho en el piso. Como aun se mantenía vital, me cuesta creerlo. En lo que si creí fue en su bondad. El se daba por muerte pero a nosotros nos salvó, cuando el campo se mino de armados, como cazadores de leones en la sabana africana, con trajes marrones gastados, gorros con plumas, bigotes espesos y armas de fuego. Su advertencia fue clara y tuve tiempo para dudar. Arrastré a papá hacia el "cementerio" una especie de parque abandonado con estatuas grises descuidadas y de estilo gótico, era otoño, recuerdo las hojas marrones caídas en el piso, el cielo gris que nunca vi, y el aire triste y siniestro a su vez. Por detrás de las figuras aladas y criaturas míticas esculpidas en piedras intentaba ocultarme, y salvarnos la vida. Pero había un secreto, el cementerio cobró vida, allí no había muerte, como en un cuento de suspenso y fantasía las criaturas inmoviles prontamente volaban y nosotros nos sentimos a salvo.
