Zumbidos.
Zzzzzzzzzzzzum.
Zzzzzzzzzzzzzum.
Zzzzzzzzzzzzum.
Zumbidos que no me dejan dormir y me empujan a pensar.
Zig zaguea cerca de mi oreja,
y temo que entre dentro de mi oido.
Zzzzzzzzum.
Zzzzzzzzzzzzzzzzum.
ZZZZZZZZZZZZZZum.
Me muevo, cambiando de lado, y por unos instantes dejo de escuchar ese infierno.
Oasis.
De.
TranquiliZzzzzzzzzzzum.
Sacudo la cabeza
y recuerdo que tengo un pie fuera de la manta
en el que quizás ya me haya sacado sangre.
Me aseguro de que lo escondo rápidamente y tratando de no dejar lugar a huecos por los que pueda traspasar la manta y picarme por todas partes.
Escondo también la cabeza, y por unos instantes dejo de escucharle.
Pero hace
demasiado
calor
aquí.
Vuelvo a destaparme,
y me decido a acabar con él
o ella, no sé.
Pero no vuelvo a escuchar el zumbido.
Nunca más.
Y me pregunto si se habrá saciado
o si le habré golpeado con las sábanas
o si, simplemente, se fue para no regresar.
Y las noches se vuelven largas,
y la soledad me acompaña en su lugar.
Y trato de escuchar algo,
cualquier cosa,
sin éxito alguno.
Sólo aire contra la persiana de mi habitación,
sólo mi respiración.
Se busca mosquito fugado.