Matthew.
Era un lindo nombre.
Para un agradable chico como tú.
Dos vocales.
Cinco consonantes.
Un par de ojos verdosos.
Una melena castaña.
Y un bronceado perfecto.
Ese, era mi vecino.
Finalmente le había puesto nombre a aquel rostro bonito.
No solo eras mi vecino.
Eras inalcanzable para mi.
Tú eras todo lo contrario a mi.
Lleno de esperanza.
Felicidad.
Con una sonrisa radiante.
Y una mirada brillante.
Igual a un libro abierto.
Incluso al hablar, podía notar se tú sofisticación.
Era como una pobre versión de dama y el vagabundo.
Solo que aquí tú eras el que tenía clase.
Mientras que yo me había criado en los bajos.