Capítulo 3. Sección Ciencias Exactas.

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Me encontraba ahora frente a un manso río en el que había una pequeña balsa, anclada en la orilla. Junto a esta pude divisar tres sacos dispuestos sobre la gravilla.

Inspeccioné en su interior y descubrí que uno estaba lleno de piedras, el otro de arena y el otro de sal.

Era evidente que debía trasladar el cargamento de una orilla a la otra, pero seguramente no sería fácil. Antes debería resolver otra encrucijada.

Leí con atención las instrucciones del capítulo 3:

"Para poder avanzar debes trasladar al otro lado del río los tres sacos. Puedes hacer un viaje por vez, dado que la balsa solo resiste un peso determinado, haciendo un total de cinco viajes. El caudal del río aumentará con cada trayecto, así que decide bien qué llevarás primero o te hundirás en el intento."

"Genial. ¡Y pensar que por poco empezaba a tomarle cierto cariño a este libro!" Solté un suspiro, pensando qué llevar para no morir ahogada en el trayecto.

Al final resolví que pasaría primero el saco con arena, considerando que si aumentaba el caudal y esta llegaba a absorber agua, incrementaría su peso y la balsa no resistiría.

La cargué y crucé exitosamente al otro lado.

Regresé a la primera orilla y cargué esa vez la bolsa de piedras, notando como el lecho del río había crecido.

El agua comenzaba a colarse sobre la balsa, pero esta igualmente flotaría.

Con esfuerzo llegué hasta el otro lado y dejé la carga. Al regresar y poner un pie en la playa, vi que el río había duplicado su tamaño.

Cargué la bolsa de sal sobre la embarcación rogando que mis deducciones fueran las correctas o inexorablemente me hundiría por el peso.

Cuando iba por la mitad del río, el agua ya había empapado considerablemente casi toda la balsa y comencé a pensar que finalmente naufragaría. Pero cuando el saco estuvo suficientemente humedecido, vi que este aminoraba su contenido, pues en contacto con el líquido, la sal se disolvía, alivianando el peso. De esta forma, la balsa recuperó su balance original y logré llegar sana y salva.

Una sonrisa se imprimió en mi rostro cuando la cuarta puerta se abrió, pues mis decisiones habían sido acertadas.

Cada vez estaba más cerca y lo mejor, es que no había usado la opción de ayuda ni una vez.

¡Me sentía una completa erudita!

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