Cap. 12: Olas de lamentos

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Capítulo dedicado a: AlebriagL

Aceptar que nos sucede algo es fatídico, casi tanto como saber que hay cosas que con solo desear son casi imposibles de alcanzar

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Aceptar que nos sucede algo es fatídico, casi tanto como saber que hay cosas que con solo desear son casi imposibles de alcanzar. Dos temas que van de la misma rama: "Saber, pero no aceptar". Y, ¿qué con eso? Ambas son difíciles de digerir. Ver que las cosas están mal nos abre los ojos a la realidad y notar que con solo desearle a una estrella no es suficiente, bajan nuestras ganas de enfrentarla. Sea como sea, es feo sentirlas en diferentes circunstancias; no obstante, recibirlas de golpe al mismo tiempo lo es aún más.

Y es que el golpe fue directo para los dos...

—Claro que no, ¿molestarme un sueño? Que absurdo —Objetó Asim.

—Explícate entonces —exigí.

—No tengo nada que explicarte —Se negó, desviando la mirada de mí por un segundo.

—Actúas extraño desde que supiste del accidente, aún más que desde que llegué a la isla y me salvaste en el mercado.

—No sé de qué hablas —negó sus veces, moviendo su cabeza—, si siempre soy así.

—Mentira —Contradije—, antes solo callabas, ahora callas y quieres callar, y todo desde que supiste mis verdaderas intenciones de este viaje, ¿creíste que no me daría cuenta?

Escuchar aquello hizo cambiar algo en su mirada, mordió su labio y desvió sus ojos de los míos un momento, pero no le iba a ceder el momento y seguí hablando.

—¿Por qué crees que pregunté si estabas bien en antes? —pregunté, recordándole el momento previo a esta discuta—. No fue para fastidiarte, me estaba preocupando solamente.

—Nadie te lo pidió —Se alejó un poco de mí.

—Añadiré orgulloso a la lista de tus adjetivos, Asim, ¿te molesta recibir atención? No soy de hierro y si veo a alguien mal pregunto que tiene, eso te incluye a ti.

—No debería, no soy nada tuyo, no debería importarte.

—No, no, no, eso es todo lo tuyo, ¡eres tan pesimista! —Exclamé, persuadiendo su atención de nuevo—. No es como si te odiara, joder, solo intentaba ser amable y amigarme, si tienes algo en contra de mí dímelo a la maldita cara de frente y deja de callar y callarme.

—No tengo nada contra ti —su tono fue duro, pero sus ojos se suavizaron, contradiciendo lo que decía.

—No pareciera —Crucé mis brazos molesta—. Digo algo y me cortas, no digo nada e igual me cortas, pues te me quedas viendo tan serio como si te molestara mi voz —Abrió los ojos sorprendido—. Sí, me di cuenta de eso también, ¿qué coño te pasa conmigo?

—Ya lo dije, no tengo nada —Masculló entre dientes, cerrando sus ojos.

—Mírame y dilo —Lo desafié y gruñó.

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