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Advertencia: Esta es sólo una muestra gratis, estará sólo hasta el capítulo 5. La encuentras completa en Booknet y Amazon Kindle. Gracias por apoyar mi trabajo!


Empezamos la historia de Robert!

No tenía ninguna esperanza
No creía en el amor
Su camino solo transitaba,
y en su opinión
Estar solo era mejor

Robert Blackwell tenía sólo cuatro años de edad cuando por primera vez tuvo una novia.

O eso dijo la niña que eran.

A la salida del jardín de infantes, vestido con su largo pantalón jean, sus tres o cuatro abrigos y su pequeño gorro de lana que lo protegían del frío invierno, esperaba a que su madre llegara. Los enormes ojos azules resaltaban, de todos modos, a través de los rizos rubios que se escapaban del gorro, y ni siquiera las mamás que entraban y salían para buscar a sus propios hijos, podían ignorarlo.

Mamá se estaba tardando, y era raro, ella siempre estaba aquí antes de que el timbre de salida sonara. Aunque seguramente llegaría con Jeremy en el coche, pero no importaba, quería ya ver a su mamá luego de largas horas sin ella, solo, en ese manicomio que ella llamaba escuela.

Y de repente, una chica rubia de ojos claros se le acercó y, tirándole del cabello, le giró la cabeza para plantarle un beso en la boca.

—Eres mi novio ahora —dijo ella, e, indignadísimo, Robert se echó a llorar.

Debió ser un presagio de cómo iba a ser su vida amorosa por el resto de su vida, debió saber que la primera vez de un hombre marca su destino.

En esa ocasión, afortunadamente, Ellynor llegó con Jeremy en el cochecito y él corrió a ella como si lo persiguiera un terrible monstruo que escupía fuego. La abrazó y siguió llorando hasta que mamá lo consoló, lo llamó su príncipe, y le dio besos que borró la sensación del anterior. Sonrió y la miró como se mira a una diosa iluminada. Ella era su verdadero amor.


En la escuela elemental se repitió la situación. Tenía ocho años. La chica le envió una carta primero, pero él la ignoró. Solo quería jugar fútbol, ¿Qué le iban a interesar esas cosas de enamoramientos?

Pero eso sólo consiguió que la niña se volviera un poco más agresiva. Logró abrir su casillero y le robó ciertos objetos personales. Tuvo que quejarse con la profesora, y de allí en adelante, la niña lo miraba como si la hubiese traicionado. Lamentablemente, su determinación no la detuvo, y siguió acosándolo, reuniendo a su alrededor una especie de club de fans que lo "adorodiaban".


A los trece años, en la escuela media, se dio cuenta de que, en verdad, las chicas eran guapas. Algo un poco vergonzoso ocurría en sus pantalones cada vez que se quedaba mirando una específicamente, pero, afortunadamente, cuando él las miraba, ellas le sonreían.

Así que tuvo sexo por primera vez a los catorce. Ella llevó el preservativo, e incluso le enseñó a ponérselo. Y desde ese entonces, la cosa vergonzosa que ocurría en sus pantalones ya no era una molestia.

Sin embargo, esas chicas no llegaron nunca a ser novias. Él era popular en la escuela, tal vez por su estatura, por su contextura, porque jugaba fútbol americano y estaba asegurando su entrada a la universidad por medio de su deporte. Su novia era la líder de las porristas, típico, la más hermosa de todas, y la más frívola, también.

Eso no le importaba mucho, sólo estaba viviendo sus etapas como debía ser, era un joven sano y muy activo sexualmente, amante del deporte y que, a veces, a escondidas, se leía alguna novela de misterio o aventuras. A escondidas, porque le importaba mucho lo que pensaran los demás, y un libro en la mano desentonaba mucho con su imagen de tipo duro y macarra.


Un ogro en rehabilitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora