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No me hables de amor
El amor es para mí un veneno sin antídoto
Sin un puente, un abismo
Es dolor fuerte y sin sentido—Es tan estúpido, ¡no lo puedo creer! —gritó Sheila, muerta de risa, contándole a Brett lo que había ocurrido anoche en esa misma cama—. Es decir, yo pensé que era un tipo interesante, porque trabajaba para Ted y todo eso; alguien con ambiciones, alguien con el empeño de ser grande... pero no es más que una niña. ¡Una princesita! ¡Casi me propone matrimonio!
Totalmente paralizado, Robert se quedó de piedra tras la puerta, escuchando lo que su novia le estaba contando a otro tipo mientras los dos yacían desnudos en la cama, la cama que antes había compartido con ella. Se había ido de viaje con Ted esta mañana, y la idea era pasar varias noches fuera, pues lo necesitaba a su lado, pero los planes habían cambiado a último momento y había regresado a la casa de su novia sin previo aviso.
No dar aviso era una buena idea si querías capturar a tu pareja infiel infraganti. Funcionaba al cien por cien; muy poco original, pero efectiva.
Al entrar furtivamente en su pequeño apartamento vio, con el estómago encogido, zapatos y ropa de hombre, que no era suya, desperdigados por toda la sala. Y luego escuchó las risas de ella, y la conversación. Sheila parecía estar un poco ebria, lo cual era muy extraño en ella, que no bebía siquiera cerveza, al menos cuando estaba con él.
Y el corazón le empezó a doler, mucho, fuerte, duro.
Sheila, su Sheila, la mujer más importante en su vida, o la única, no era más que otra zorra más, otra zorra infiel.
Se llevó la mano al pecho, pero se dio cuenta de que ésta estaba ocupada con el ramo de flores que había comprado para ella.
—Pero lograste sacar algo de información, ¿no? —preguntó el tal Brett— Qué es lo que en verdad está buscando.
—Oh, bueno. Venganza. Lo típico. Busca al asesino de sus papás.
—No lo va a encontrar —auguró él otro—. Nadie suelta información así por mera compasión.
— ¿Tú sabes algo?
—Ya te gustaría, ¿no, gatita?
—Si sabes algo, ¿me lo dirás?
— ¿Qué conseguirías con esa información?
—La sensación de que domino a un hombre. Así como Donna. La admiro tanto. Si Rob tuviera aspiraciones de convertirse en alguien como Ted, aceptaría lo que me ofrece, pero no. Quiere ser alguien diferente, un oficinista, o algo así. ¡Palurdo! Jamás lo aceptaría. Yo quiero ser como Donna.
Como Donna, pensó Robert sintiendo que su dolor se transformaba en ira. Como esa puta desleal y traicionera.
—Yo seré algún día como Ted —dijo el tipo.
—No eres tan fuerte como mi Rob. Él gana siempre en las peleas.
—Cada vez tengo más hombres a mi lado —ofreció él, y la voz de Sheila cambió.
—Bueno, eso es interesante. Si tienes hombres a tu lado, no necesitarás tus puños.
—Afortunadamente, y aunque es lo único que tengo ahora —dijo Robert apareciendo de repente ante ellos en la habitación, con la mirada oscurecida y la mandíbula apretada por la ira—, mis puños funcionan muy bien —de un solo movimiento, Robert tiró de la sábana que cubría a ambos dejándolos desnudos. Sheila gritó saltando para alejarse, pero él la tomó del brazo con fuerza, y ella siguió chillando para que la soltara. Brett lo miró con ojos grandes de miedo, buscando con movimientos nerviosos su ropa, y poniéndosela a toda carrera y mal. Ya antes había peleado contra Robert, y siempre había perdido, y eso que en su mirada no había esta fría rabia de ahora.
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Un ogro en rehabilitación
RomanceTodos dicen que es un ogro. Y, actualmente, las mujeres que lo conocen íntimamente sólo pueden decir que es un amante atento, pero que fuera de la cama, no es más que un hombre hermoso desprovisto de las más elementales emociones. Muchos podrían dec...