Algunos lo llaman como si de una enfermedad se tratase, otros ni siquiera lo nombran como algo porque no tienen corazón, pero las personas como yo lo llamamos amor puro.
Y allí nos encontrábamos, almorzando; solo nosotros dos, en un restaurante junto al parque... me gusta decir "nosotros", me hace pensar en el futuro, en el ahora.
Hasta podría decirse que en la muerte, porque no habría final más lindo que morir en sus brazos, yéndome con esa imagen suya que tanto extrañaré.
El aroma a rosas que había en nuestro alrededor era tan puro e inocente, que me hacía embriagarme con tan solo su presencia.
La mesera traía queso cortado en pequeños cuadradillos, acompañado de una jugosa feta de carne bien cocida junto a unas aceitunas con una textura sensacional.
Al mirar su rostro me encuentro con esos hermosos ojos color oliva, esos ojos que me vuelven loca de solo mirarlos, de solo pensarlos, me hacen tener dificultades para salir de su vista.
Y su sonrisa, me quedaría todo un maldito día viéndola a su lado postrada en una cama, no me molestaría y no lo considero para nada una perdida de tiempo.
El lunar de su oreja izquierda es una de mis partes favoritas de él, aunque no le guste, a mí me trae como loca esa forma de corazón en su oreja.
¿Y que decir de su cabello? que es oscuro como la noche y que me encanta así como todo lo que él es.—¿Se te perdió algo?—me preguntaste riéndote al final.
—Sí, estoy buscando algo...—dije pensativa, mirando detalladamente, por millonésima vez, tu rostro, deteniéndome sutilmente en tus labios.
—Sí usted, señorita...me dice que buscaba, quizás yo la podría ayudarla a encontrarlo—me siguió el juego al compás de la letra.
—Un beso—dije, y sus labios venían en un viaje lento y sumiso hacía los míos, que esperaban un tanto impacientes su llegada.
Hasta que se reencontraron por...ya perdieron la cuenta para ser exacta, y se abrazaron en un solo suspiro de alivio.
Al separarnos, suspiramos al unisono de alegría, y unimos nuestras frentes, deseando que todo esto nunca tenga un final.