RETRUM (BTS YOONGI X YOU)

Prólogo: Un guante en la nieve.

Narra Yoongi~

La primera vez que escuché aquella voz fue un atardecer de invierno.

Había subido la cuesta del cementerio del pueblo, que estaba cubierta por una fina capa de nieve. Faltaban unos pocos días para que terminaran las vacaciones de Navidad y me sentía hastiado de las reuniones familiares. En el camino no me había encontrado ni un alma, solo las huellas de las aves que ahora graznaban en el cielo crepuscular.

Sabía que el camposanto estaba cerrado a aquella hora, pero me gustaba la vista privilegiada sobre el Mediterráneo. Daegu es un pueblo colgado en una montaña frente al mar. Sin embargo, al estar ligeramente hundido, el gran azul no se ve demasiado.

Apoyado en una de las tapias, me entretuve siguiendo con la mirada un barco lejano cuando aquello surgió... El corazón se me disparó al oír el canto. Era una voz extremadamente fina, como de cristal. Y provenía del otro lado de los muros.

Sin salir de mi asombro, agudicé el oído para escuchar aquella melodía fúnebre. Efectivamente, la voz de niña surgía del cementerio cerrado. Un escalofrió recorrió mi columna vertebral mientras trataba de descifrar el canto:

"El sol se escondía entre las nubes

Negras aves volaban sobre el camposanto

Me sentía medio muerta por dentro

Sin saber que tú estabas medio vivo"

-Pero ¿Quién demonios...? – me pregunté en voz alta.

Justo entonces la tonada lúgubre se interrumpió, como si el ser que había proferido hubiera detectado mi presencia. Atizado por la curiosidad, corrí hasta la verja cerrada, pero desde allí no era posible ver de dónde había surgido la voz.

- ¿Hay alguien ahí? – grité ante la posibilidad de que una niña se hubiera quedado encerrada en el cementerio.

Silencio.

Entre perplejo y fascinado, opte por volver a casa.

Comencé a bajar la cuesta lentamente. Tal vez porque el viento que bajaba por la ladera facilitaba la propagación del sonido, la vocecita se dejó de oír nítidamente.

"¿Qué haces aquí solo?

¿Tan lejos y tan cerca?"

Eché a correr cuesta abajo, con el riesgo de resbalar por el barranco, y no me detuve hasta alcanzar las primeras casas del pueblo.

+ + + +

Tras una noche de insomnio, regresé al cementerio bajo la luz de la mañana.

Llegué minutos antes de que el funcionario abriera la puerta, que crucé con paso decidido para dirigirme a la zona del cementerio donde había oído la voz.

Las tumbas y lápidas reverberaban con la nieve y la escarcha, que devolvían los rayos del sol con un resplandor fantasmal. Y yo era el único visitante del cementerio a aquella hora.

Me detuve cerca del muro desde el que había escuchado el canto. No había pisadas de ningún tipo en los caminos entre las tumbas, pero podía ser que las hubiera cubierto una suave nevada nocturna. Me disponía ya salir del pequeño cementerio, cuando algo obscuro sobre una losa me llamó la atención.

Intrigado, me incliné sobre lo que resultó ser un largo guante negro de licra. Lo despegué de su lecho de nieve, despedía un perfume suave y especiado, lo que significaba que no llevaba mucho tiempo allí. Como máximo una noche.

Mientras enrollaba el fino guante para guardarlo en mi bolsillo, entendí que pertenecía a quien había cantado la melodía fúnebre.

Recordé aquella voz extraordinariamente fina, como la de una niña de coro. Quizás una mujer con tono de soprano había cantado desde el cementerio cerrado. Aquello era más extraño todavía, puesto que había sido el primero en entrar al camposanto y no había encontrado a nadie. Sólo el guante sobre la losa y un misterio que no alcanzaba a descifrar.

Tendrían que pasar meses para que, con el fin de la nieve, emergiera una respuesta más inquietante aún que el propio enigma.