CAPITULO 1: EL DOMINGO NEGRO

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Daegu tiene pocas almas, junto con Busan y Seoul, se convirtió en uno de los pueblos más prósperos del país cuando muchos ricos decidieron establecer aquí se residencia.

Mis padres fueron de esos colonizadores sin pedigrí que cambiaron su pisito por una casa de dos plantas y un pequeño jardín. Un sueño por fin cumplido. Hasta que una catástrofe, ocurrida hace 8 años, lo rompió en mil pedazos.

Pese a encontrarse a unos pocos kilómetros de la gran urbe, el pueblo conservaba un aire profundamente remoto. Había llegado a Daegu a los 14 años con humos de señorito de gran ciudad. Me escandalizaba que no hubiera un cine donde ver las novedades de la cartelera, o que existieran pocos lugares donde comprar comida. En cuanto a los escasos bares, los evitaba como la peste porque me sentía observado por la parroquia local.

Dicho de forma sencilla: estaba muerto del asco.

Entonces sucedió lo impensable. Aquel domingo fatídico mis padres habían bajado a la playa mientras HanSeok -mi hermano- y yo agotábamos el sueño. Era verano.

Cuando desayunamos juntos en el comedor era casi la una.

Sin ser idénticos, el parecido entre nosotros saltaba a la vista, aunque nuestros caracteres no podían ser más contrapuestos. Mientras yo tenía fama de cínico e individualista, HanSeok era algo parecido a una hermanita de la caridad. Se pasaba el día ayudando. Los pesados de los que todo el mundo huía lo tenían a él como único amigo.

De no haber existido aquel domingo negro, supongo que habría terminado en la india o en un país parecido como misionero. Allí donde estuviera, conseguiría cosas importantes para los otros. Había nacido para eso.

Al pensar en cómo había sucedido todo, me daba cuenta de que no hay orden ni justicia en el universo. Porque era yo quien debía haber muerto cuando nos embistió el camión.

Y lo peor de todo era que la idea peregrina había sido mía. Al terminar el desayuno, le había propuesto:

- ¿Te apetece dar una vuelta en la moto?

HanSeok me miró interrogativo, aunque sabía perfectamente de lo que le hablaba: la Sanglas 400 que nuestro padre acababa de comprar. Una moto fabricada en 1975 y restaurada como una pieza de museo. La joya de la corona.

-Sabes perfectamente que papá se volverá loco si se entera de que la hemos tocado -repuso él-. Además, nos parará la poli si ven a dos chavales de 14 años subidos en una 400.

-Nadie nos verá. Sólo será una vuelta por las afueras del pueblo. Ya lo he probado: ese cacharro es sencillo como un mechero.

Eso pareció convencer a HanSeok, que aceptó el plan a condición de que sólo fueran un par de vueltas.

Ya en el garaje, nos pusimos los cascos sin saber que aquello era la antesala de la tragedia. La idea de que pudiéramos conducir la moto debía ser inconcebible para mi padre, ya que las llaves estaban puestas en el contacto.

Mientas la puerta se levantaba suavemente, hice rugir el motor de la vieja Sanglas, que salió a la carretera como un animal furioso.

Cien metros más adelante nos esperaba la muerte, aunque sólo fuera a segar la vida de uno de los dos. Desafortunadamente.

No vi el stop que obligaba a frenar ante la salida de camiones. Era poco común la actividad en aquella nave industrial, así que mantuve la velocidad de 80 km por hora. Me sentía dueño del mundo.

Y entonces llegó el fin.

Un segundo antes, la carretera estaba vacía y despejada. Hasta que un muro de hierro pareció salir de la nada. En los instantes previos a la colisión, apenas alcancé a ver algo. Sólo recuerdo una sombra roja: el color del camión.

Me desperté en el asfalto mientras dos enfermeros me subían a una camilla. Estaba aturdido, pero podía mover las piernas y los brazos. Mientras me introducían en la ambulancia, pregunté:

- ¿Cómo esta HanSeok?

Nadie contestó.

RETRUM (BTS YOONGI X YOU)Where stories live. Discover now