Capitulo 2

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Ahí estaba otra vez, Germán solo podía mirarlo de vez en cuando mientras calienta una sopa en lata sobre un fuego hecho en la tapa de un basurero.

El recordaba casi a la perfección como se conocieron y la primera vez que lo vio, le causo gran compasión.

Un golpe seco reboto en el aire frio de aquella solitaria plaza. Viendo hacia donde provenía el sonido, lo vio. Sus manos en forma de puño impactaban repetidas veces contra su cabeza, solo lo miro con impotencia y tristeza.

Al principio quiso ayudarlo pero solo causo que su compañero se alejara de él durante unas semanas. Semanas donde se recrimino sobre haber reaccionado muy impulsivamente aunque solamente fuera para ayudarlo. Pero estaba equivocado... se recriminaba algo que para su compañero era indiferente.

Cuando a la semanas apareció de nuevo, el se acerco angustiado y preocupado por su desaparición.

El porqué se fue, si fue su culpa y demás mientras el alivio lo llenaba.

— Solo quería irme, no busco ayuda. Sé que lo hiciste porque es el bien pero yo no lo necesito... Se mi compañía y así me vas ayudar.

Eso lo dejo pensando, pero acepto... solo son compañeros y eso es todo lo que necesitan ambos, no tenían porque contar sus problemas con su sola presencia les debe bastar y sobras. Igual él no lo entiende y sospecha que tampoco su compañero.

La sopa termino de hacerse y le sirvió en una lata maltratada al perro, que yacía acostado sobre un banco. El invierno comenzaba y el otoño se iba.

Las altas temperaturas se notaran con el tiempo y el sabia que debía discutir de ello con su compañero cuando vuelva y...

¿Cuándo volverá?

Eso no lo sabía, a veces eran horas, otros días y hasta semanas. Tenía miedo de que no volviera pero no podía hacer nada por él, porqué no aceptaba su ayuda.

Cuando la sopa se enfrió lo suficiente para no quemarle la lengua al perro, se le dio, este con alegría se sumergió en el plato. Alzo su vista y vio a la gente pasar, embobadas con su celular, charlando con el de al lado o en grupos, quejándose de cosas que el carecía, comentando y sonriendo o hablando animadamente. Todos se veían feliz... no, no felices. Su amigo decía que nadie llegaba a ser feliz y que eso era algo pasajero, que toda esa gente que sonríe y la pasa bien solo hacen eso. Pasarla bien, alegres y que muy pocos son realmente felices pero nunca dura tanto porque la sociedad destruye y apaña todo.

Su amigo, como él le decía a pesar que no hablaban mucha, más que disfrutar la compañía del otro porque así lo habían decidido.

Diviso a su compañero entre la gente, caminaba lentamente como si tuviera el tiempo del mundo a su disposición o no le importaba este sin más. Al llegar a la vereda del frente, el semáforo se puso en verde, la gente igual cruzaba sumergida en su mundo, tenía tiempo de cruzar pero no lo hizo... quedo quieto sin moverse con la vista al frente, la gente dejo de cruzar frente a los autos que con desespero tocaban su bocina y empezaron a moverse.

Sus lados se llenaron de personas parlantes... niños llorando o impacientes, otros tranquilos, bebes, viejas charlatanas y otros. El estaba tranquilo, en paciencia esperando entre gente acelerada. El semáforo dio en rojo, la gente cruzo con desespero con el único objetivo llegar a tiempo a quien sabe dónde.

El cruzo a su tiempo, llego a su lado y con una tranquilidad y sin mostrar ninguna expresión más que una media sonrisa, se sirvió muy poca sopa en una lata, se sentó al lado del perro.

— Había un joven llorando hace unos días.

Comento sin venir a cuento, Germán tomaba sopa sentado en el piso con su espalda chocando contra el banco. El espero a que continuara, rara vez contaba algo sin más y espero sus siguientes palabras.

— Estaba mal... creo que estaba pasando mal una fiesta porque tenía un traje.

Ambos acabaron su sopa en silencio, caminaron sin rumbo por la ciudad buscando cartones, cuando lo hicieron se sentaron en una vereda al azar y usando las mismas latas donde tomaron su almuerzo, esperaron donativos pero la gente como siempre pasaban sin darles una mirada.

Pacientes, paciencia era lo poco que tenían. Germán tenía su cartel al lado suyo. Con letras grandes y negras anunciaba el fin del mundo.

Un par de buenas botas, entraron en la visión de Germán, al alzar la vista se encontró con un pelirrojo que miraba a su amigo con una sonrisa pero este simplemente parecía que no lo notaba o si lo hacía... no lo sabría decir.

Aun con una sonrisa, el pelirrojo se arrodillo y puso un fajo de billetes en las latas de ambos, sonriendo ahora ampliamente se marcho. El se levanto y al contar el dinero se sorprendió, había mucha cantidad para ambos, conto el de su compañero que ni siquiera se movió.

Tenían suficiente para cervezas o algo de alcohol y comida para unos buenos días, si es que administraban bien ese dinero.

En la calleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora