❝Estábamos destinados❞

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Estaba destinado a amarte
Y siempre mantenerte en mi vida.

I

El asiento vacío es un recuerdo doloroso. Es una pesadilla latente, el recordatorio de lo que fue, de lo que pudo ser y de lo que se perdió. Lo que Viktor Nikiforov se llevó de Otabek Altin.

Los sueños, las ilusiones y las esperanzas de un futuro juntos, un futuro que, a pesar de ser incierto, podía cumplirse, podía hacerse realidad; los besos por las mañanas, tomar el desayuno juntos, cenar en la misma mesa, el salir a citas y presumir de los anillos que llevaban cada uno. Otabek quería despertar y ver el tranquilo y relajado rostro de Viktor a su lado. Otabek quería que su futuro esposo fuera el amor de su vida.

Porque ese era su destino y los dos estaban conformes con eso.

II

Conociéndose en Rusia, en el intercambio de Otabek, donde Viktor fue un buen acompañante cuando Yura no estaba. Fue un tiempo largo de espera que valió la pena.

Aunque al principio Otabek no se acoplaba a la alegría que desprendía Viktor, poco a poco se fue acostumbrando hasta desear esa alegría en su vida, en cada segundo de ella; él quería a Viktor con sus sonrisas para la eternidad.

A Otabek le gustaba desear lo imposible.

A Otabek le gustaba imaginar lo que seria tener a Viktor en sus brazos, poder tener algo de él. Poder ser algo para él.

Pero en ese momento, se veía tan lejano ese día. Siempre fue lejano.

El día en que podría decir que Viktor Nikiforov era su esposo.

Sin embargo, ahí había estado, pidiendo una cita que sería el inicio de todo. De todo el sufrimiento.

De ese accidente.

III

Los ojos de Viktor habían brillado, la sonrisa que apareció en su rostro era inolvidable para Otabek. Ese segundo de felicidad, tan pequeño, pero que había dejado huella.

Otabek puede recordar ligeramente esa sensación, es imposible de volver a sentir, pero esa alegría ahí estaba, enterrada tan profundo en su mente. Era como el recordatorio de que alguna vez fue feliz.

Era una alegría que se fue repitiendo con el pasar de los meses, con cada cita, con cada acercamiento. Cuando Viktor le dio el primer beso, cuando le cantaba al oído en esas noches en que les era imposible dormir, el “Te amo” que se decían luego de verse al final de un largo día.

Y cuando le dio ese anillo.

Lloraron, por muy imposible que sonara de parte de Otabek. Viktor lo había abrazado durante el resto de la cena y se había reusado tanto a soltarlo.

No te voy a soltar por el resto de mi vida.

Esa promesa era tan dolorosa.

¡No me sueltes! ¡No me dejes! No te vayas, Viktor...

Epílogo

Sostuvo con más fuerza los anillos, las mantuvo juntas antes de dejarlas sobre esa tumba.

Porque después de todo, era lo único que le quedaba de Viktor.

Y todavía puedo escuchar el sonido de tu llanto por la noche.

Fin

Estábamos destinados║[Otavik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora