¿Cómo llegue a esto? ¿Qué me paso? ¿Cómo me pude convertir en este monstruo? ¿Cómo la vida pudo perder su significado y convertirse en un insulso correr de las horas? ¿Cómo puede alguien ser tan egoísta de querer terminar su vida sin tener en cuenta a los demás? ¿Qué mierda le paso a la chica feliz que solía ser? Pero ¿Fui alguna vez feliz? ¿Completamente? Yo creo que no. Si alguna vez hubiera sido completamente feliz jamás hubiera llegado a esto. Pero de ahí surge la duda: ¿Qué es la felicidad? La verdad es que no lo sé. Ni siquiera sé si existe la tan sobrevalorada “Felicidad”. Aunque eso no importa ahora.
Estoy caminando hacia mi destino. El destino que yo forjé. Estoy caminando perdida en un mar de gente sin rostro. Camino lentamente sin ninguna prisa, tomando más valor con cada paso que doy. Las personas a mi alrededor siguen su con sus vidas, sin pararse un segundo a verme, caminan como si nada les pudiera pasar. Invulnerables. No saben a dónde me dirijo, ni las intenciones que tengo. Aunque no los culpo, siempre fui invisible. Iba tan distraída pensando en los demás que no me di cuenta que a lo lejos podía ver el puente. Mi puente. De seguro estarán pensando: ¿Un puente? ¿Ese es su “gran destino”? Pues déjenme decirles que por más que les suene insulso y ridículo, ese puente es mi destino.
Al llegar me asegure mirando a cada uno de mis lados que nadie estuviera cerca, aunque ya era consciente de que nadie nunca se acercaba a esa zona del pueblo. Aunque no los culpo, la verdad es que era un ambiente escalofriante, pero por alguna extraña razón amaba ese lugar.
Me pare en el barandal del puente. Sonreí al observar la larga distancia entre el profundo rio y mis pies. Esto era lo que quería. Mis ojos se entrecerraron en un acto de reflejo cuando el frio viento de otoño se deslizo por mi cara. Estaba a un solo paso de la felicidad, a un solo paso para matar el dolor, a un solo paso para que todo se termine.
“No seas cobarde” “¡Vamos salta!” “¿Qué estas esperando?” “Llegamos muy lejos como para retroceder” “¡Salta!” “¡Hacedle el favor!” “¡Salta, no seas estúpida!”
Las voces dentro de mi cabeza gritaban con ímpetu. Y fue en ese momento que me di cuenta de que no aceptarían un no como respuesta. Pero ellas siempre tenían razón, ¿no? A lo que me refiero es que ellas solo quieren ayudarme, ellas son mis amigas, ellas siempre han estado para mi y no me han dicho nada más que la verdad.
“¡Salta de una vez!” “¡No seas idiota!”
Los irritantes chillidos de las voces estaban por causarme migraña. Me trague mis miedos y me arme de valor y di un paso hacia adelante. Dicen que antes de que mueras tu vida entera pasa por tus ojos, yo puedo asegurarles que eso es una completa mentira.
El sentimiento de libertad me inundo mientras mi cuerpo caía. Era un sentimiento hermoso y adictivo; quisiera que jamás se acabara, pero, todo tiene un fin. La vida, las lágrimas, el dolor, la tristeza, la felicidad, todo, absolutamente todo tiene fin. Por un momento hasta me atrevería a decir que estaba feliz, me sentía más viva que nunca, lose, ridículo, ¿no? Sentirse viva al estar a punto de morir. Pero bueno, así soy yo, una confusa mezcla de contradicciones.
Pero lástima que la felicidad nunca dura.
Todo se volvió negro.