CAPÍTULO 1

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Mancha se sentó en la montaña de cajas, apenas podía creer que Azote estuviera muerto y él fuera el nuevo líder. Aunque ya habían pasado cuatro lunas, seguía siendo un recuerdo vivo en su mente, un gato llamado Garra había gritado: "¡Azote! ¡Azote está muerto!".

Saltó del montón de cajas.

Aún así, Cicatriz le había ayudado a reconstruir el clan, al parecer estaba funcionando, ya tenían dos camadas de cachorros.

Pensando en eso, se internó en el frío campamento del Clan de la Sangre, fue hasta una guarida improvisada en una jaula rota, allí se cuidaban a los cachorros, una de las camadas ya estaba en edad suficiente para convertirse en guerreros, pero eso no sucedería hasta que la madre decidiera y Lila era muy exigente.

Las dos gatas que estaban dentro levantaron sus polvorientas cabezas, una de ellas (gris como la niebla), sacudió la cola con hostilidad.

- Hola Mancha - saludó Lila sin emoción -, ya te dije que no quiero que mis cachorros comiencen.

- No serán cachorros por siempre - señaló Mancha.

Caja le dio un empujoncito a su compañera.

- Estarán bien.

Mancha clavó su mirada ámbar en los dos cachorros que jugaban junto a su madre, uno de ellos era un gatito gris bastante corpulento para su edad y la otra era una esbelta gatita melada.

- Azote ya los hubiera nombrado guerreros.

- Si - maulló Lila -, pero Azote ya no está, tal vez es momento de dejarlo ir.

El líder le lanzó una mirada asombrada a la gata gris, después miró el collar que él mismo llevaba, era el collar de Azote: se lo había puesto tras convertirse en líder para preservar el recuerdo del gato negro.

Salió con lentitud de la "maternidad" sin decir nada más y se dirigió a la salida del poblado de los Dos Patas. Sus patas lo llevaron por unas escarpadas rocas bañadas por la luz del sol; bajó por estas y llegó a un lugar con hierba corta y fangosa... frente a él se desarrollaba un gran territorio lleno de tierra húmeda: los cultivos de los Dos Patas.

Plantas enormes con olores suaves lo rodeaban, sus hojas se movían silenciosamente, como conteniendo la respiración al ver la tristeza que surcaba la mirada del líder del Clan de la Sangre al ver el delicado paisaje que se extendía a sus pies.

Allí mismo, mientras olisqueaba una planta de los Dos Patas, había visto a su único hermano sobreviviente por última vez: Centeno, el gato había desaparecido una noche, su rastro llevaba directamente a las zonas de cultivos y luego se perdía en la distancia.

Mancha tuvo que aceptar que su hermano había huido, había huido sin dejar rastro...había huido por el miedo que le infundía Azote y el Clan de la Sangre.

Aquellos amargos recuerdos le hicieron olvidar que debía estar alerta por cualquier peligro que acechara en ese territorio desconocido, pero lo recordó al instante al percibir el acre olor a desconocido. Mancha se puso alerta, moviendo las orejas para ver quien se había acercado tanto a sus dominios; escuchó un susurro y, entre unas matas especialmente grandes, salió un gato que miraba por encima del hombro, como si hubiera olvidado algo.

Mancha clavó las garras en el suelo ¿sería un gato silvestre? 

Se agazapó y empezó a caminar con la barriga pegada al suelo, rodeando al recién llegado hasta que estuvo a espaldas del líder; el gato blanco empezó a acercarse al desconocido gato y lo olfateó a la distancia: olía a ratón, a hierba y a otros gatos, aún así no parecía un gato forestal, juzgando por su despreocupación a la presencia del miembro del Clan de la Sangre.

Agazapándose aún más, Mancha se acercó como nunca antes y saltó sobre el omóplato de su enemigo, el cual chilló de la sorpresa y le mordió la cola provocando que su atacante cayera al suelo.

El líder blanco gruñó mientras rodaba y le daba a su contrincante potentes zarpazos en la barriga, antes de que él se alejara de un salto para agarrarlo del costado  y lanzarlo lejos, pero Mancha se recuperó rápidamente y se lanzó nuevamente sobre su enemigo, este, bufando de dolor empezó a rodar, hasta que los dos formaron una maraña que mordía y gruñía. Cuando se separaron, Mancha sintió unas punzadas en un omóplato, giró la cabeza y vio la sangre manando hasta mancharle una pata delantera.

Le bufó al gato y se acercó a él, con todo el pelo erizado, pero el desconocido no se movió.

Saltó otra vez y aterrizó sobre el lomo blanco y negro de su contrincante, enterrándole las garras...el aullido de dolor del gato era hasta un punto aterrador, pero Mancha no se amedrentó, en cambio mordió fieramente el cuello de este.

El gato empezó a rodar, Mancha lo liberó y se levantó listo para volver a atacarlo, pero entonces se dio cuenta de quién era.

- Centeno...

El otro gato bajó la cola, abrió mucho los ojos y su pelo erizado empezó a alisarse.

- ¿Ma... Mancha? - preguntó una voz familiar en un susurro.

- Centeno... - empezó el gato blanco y se detuvo de inmediato al darse cuenta de que se había quedado sin palabras, pero intento disimularlo - Fuera de aquí.

- Me estás echando ¡soy tu hermano Mancha! ¿Cuando piensas darte cuenta de eso?

- Eras mi hermano hasta que traicionaste al Clan de la Sangre - aulló Mancha desenvainando de nuevo las garras.

- La lealtad hacia otros gatos es dudosa, pero la familia es para siempre - gruñó Centeno con voz áspera -, siempre esperé que fueras conmigo, pero nunca decidiste seguir mi rastro.

- Nunca seguiré el rastro de gatos asustadizos, tu nunca tuviste valor, de haberlo tenido quizá fueras ahora líder del Clan de la Sangre.

El gato blanco y negro lo miró con sorpresa.

- Dime que no es cierto...

- Sí Centeno, ahora soy el líder del Clan de la Sangre - maulló Mancha con ferocidad -, y ¡acabaré contigo!

Se lanzó contra Centeno, pero su hermano lo esquivó y lo miró con sus ojos ámbar entornados.

- Nunca escuchaste con el corazón Mancha, solo esperaste que otros pensaran por ti, mira en lo que te has convertido.

- Pudiste ser nuestro guerrero.

- Pero no lo soy, he peleado del lado del asesino de Azote. Escuché a mi corazón... y mi corazón me dijo que fuera a donde realmente pertenencia.

Mancha volvió a saltar y Centeno también lo hizo esta vez, rodaron por el suelo, pero para su sorpresa, su hermano lo soltó y lo dejó. El gato blanco se quedó quieto, mirando como su hermano se alejaba una vez más entre la hierba.

Los Gatos Guerreros: Un Nuevo ComienzoWhere stories live. Discover now