Capítulo 25

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–Buenas tardes, señorita Taylor. Por favor, tome asiento.

–Buenas tardes, doctor Harmound.

Me siento obedientemente en el pequeño sofá que me indica, y él se sienta justo enfrente, en una butaca de diseño, de aspecto bastante incómodo. Miro a mi alrededor, nerviosa. Es la primera vez que vengo a un sitio como este, y no sé muy bien cómo comportarme.

–Cuando hablé por teléfono con su madre, dijo que necesitaba ayuda urgente –comenta, directo al grano.

–Ella cree que me he vuelto loca. Sus palabras exactas fueron que el accidente me ha frito el cerebro, y ya no sé distinguir realidad de ficción. Es un poco... Exagerada, a veces.

–Y usted, ¿no lo ve así?

–Lo cierto es que ya no sé lo que debo pensar...

–¿Por qué no empieza por contarme la razón que la ha traído a mi consulta?

–Tuve un accidente. Estuve inconsciente varias semanas, aunque yo no diría que fuese falta de consciencia, exactamente.

–¿A qué se refiere?

–Tuve unos... Sueños, bastante extraños.

–¿Qué clase de sueños?

–Era como estar viendo una película sobre la vida de otra persona, pero en la que yo era protagonista.

–¿Sueños premonitorios, tal vez?

–No estoy segura de qué eran. Como si tuviese algún tipo de recuerdo, que no he vivido nunca. Parecía mi vida, pero yo sé que no lo era. No podía serlo, ¿comprende? Tal vez fuera por el golpe en la cabeza...

–Verá, señorita Taylor, las personas a menudo tienden a bloquear experiencias traumáticas, sobre todo referentes a la niñez. El cerebro se auto-protege y segrega endorfinas, que provocan el cese de actividad de ciertas partes de nuestra mente. Esto quiere decir, que no recordamos lo que podría hacernos un daño irreparable, a nivel psicológico. Existen casos de accidentes de tráfico, en los que el sujeto, debido a lo traumático de la experiencia, sufre regresiones a dichos recuerdos.

–¿Está diciéndome, que esos sueños son reales?

–Es posible que el accidente, haya abierto la caja de pandora que custodiaba esos recuerdos.

–¿Y qué debo hacer?

–En esos sueños, ¿qué es lo que ve?

–A una mujer, que me llama. Me busca desesperadamente...

–¿Qué edad tiene en sus sueños?

–Unos dos años, aproximadamente.

–Cuénteme qué es lo que ocurre.

–Estoy en un parque con esa mujer. En el sueño, actúo como si ella fuera mi madre. Entonces, cuando estoy jugando con otros niños, un hombre me lleva lejos. Lloro y llamo a mi madre. Él me pone una pistola en la cara y me dice que me calle. Después, no hay nada. Todo se vuelve negro, y me despierto, gritando.

–¿Es siempre lo mismo?

–No. Hay ocasiones en las que me encuentro en un ligar frío, lleno de goteras. Tengo los ojos vendados, mientras escucho hablar a dos hombres y una mujer, sobre matarme. La mujer trata de impedirlo.

–¿Cómo se siente al despertar?

–Desorientada, confusa. Con mucho miedo de que esos hombres puedan llegar hasta mi, de alguna forma. Siento que necesito encontrar algo, desesperadamente. O a alguien...

Red Breaking DawnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora