Inocencia

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El débil nunca puede perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes.

Mahatma Gandhi


Un solo paso dentro del salón de reuniones le vasto a Draco para ser abordado rápidamente por los mortífagos y arrebatado de los apuntes que tomo en su visita Azkabán. Fue empujado bruscamente al piso mientras veía como las personas presentes ojeaban todo lo que había recolectado junto con el mapa y susurraban entre ellos.

«Al parecer no eres tan inútil como creíamos.» gruño uno de ellos. «Supongo que mañana saldrá en el profeta las misteriosas muertes de aurores de...»

Draco no evito interrumpir.

«No maté a nadie.» El silencio sepulcral entre ellos era tenso.

La mujer, se acercó a él y jalo bruscamente de sus rubios cabellos. «¿Qué?»

Draco a pesar del dolor enarco una ceja mirándola como si fuera estúpida. «Dije que no maté a nadie, noquee a los aurores de vigilancia.» La mujer con gran fuerza lo aventó contra la mesita del centro logrando que golpeara su cabeza en un sonido fuerte, abriendo una herida en su frente que pronto empezó a sangrar.

«¡Eran seguramente unos sangres sucias! ¡Y tú dices que los dejaste vivir! ¿Cómo te atreves? ¡No puedes hacer nada bien!» el grito retumbo en la habitación.

Draco mordió su labio con la vista un tanto mareada soporto el dolor sordo que estallo en su cabeza. «No era prudente, si los mataba me arriesgaba a dejar una marca mágica o que los dementores me rastrea- » uno nuevo golpe lo dejo sin aire y miro hacia arriba para mirar a otro encapuchado, odiaba no saber sus identidades.

«¿Te preocupas por cosas tan tontas? ¡Niño idiota! Tu deber es obedecernos.» Ahora entendía por qué los mortífagos habían sido tan rápidamente identificados, carecían de inteligencia los muy imbéciles.

«En ningún momento dijeron que tenía que matar.» gruñó el rubio.

Luego se arrepintió de haber abierto la boca una vez más cuando hechizos cortantes hicieron contacto con su pálida piel, ahogo el gemido de dolor mientras sus ropas se tornaban de un color carmesí. Escucho lejanamente los golpes en la puerta y los llamados de su madre, seguidamente de esta abierta de golpe, al parecer un hechizo.

Cayendo, su mejilla contra el frío suelo miro a los ojos fríos de su padre que lo miraba imperturbable desde una esquina y esbozando una sonrisa, comunicó débilmente. «Sirius Black...no...no estaba en su celda.»

Le abrió los brazos a la inconsciencia una vez que en su campo de visión capto la hermosa vestidura de su madre.

Aunque la inconsciencia solo le duró tres días.

Cuando despertó, noto que su madre había usado en él un Tergeo y un buen Reparifors tomando en cuenta las heridas ya curadas y sus músculos relajados.

Narcissa, una vez despierto, fue quien le informo su estado durmiente de tres días y lo preocupada que había estado; Draco la escucho un poco divertido como había derribado la puerta del estudio de pura magia accidental para su desconcierto solo para arrasar con todos los presentes y llevarlo a su recamara.

Fueron tres días agotadores para ella y también de frío trato hacia Lucius.

Fue un poco doloroso ver como su madre ya no se refería como "Tu padre" hacia el Malfoy mayor, sino un tono despectivo y un seco "Lucius", Draco sabía muy bien que su madre se había casado por amor con su padre, una de las pocas privilegiadas ganado por pura suerte en un mundo donde todo era arreglado entre familias; sin embargo el amor que él había notado en sus años más jóvenes y habían ocasionado divertidos ruidos de arcadas burlonas, desaparecía lentamente.

The BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora