9.La ira de Sonia Daniels

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Quité rápidamente las manos de mi sexo e intenté levantarme con prisas, pero al llevar tanto tiempo de esa posición casi no podía ponerme en pie, y en todo ese momento a Sonia le dio tiempo de entrar en la celda y agarrarme del pelo.

-¿Te estabas tocando pensando en ella verdad? - Preguntó furiosa.

Su mirada era muy agresiva y yo no podía sostenerla porque estaba más entretenida intentando soltarme de sus manos que me tenían presa por mi cabeza.

-¿Con que te has puesto caliente con la cremita no Andrea? - Preguntó burlona.

-¿Cómo sabes eso? - Pregunté sintiendo mucha vergüenza.

-La Señora Sullivan es mi Ama y yo debo estar pendiente de todo, digamos que estaba cerca y lo escuché.

-Por qué no me cuentas que es eso de Ama, no sé que es ese misterio que os traéis.

-Yo le pertenezco a la Señora Sullivan, soy su sumisa y le sirvo, ella puede hacer conmigo lo que quiera y castigarme cuando quiera. Le debo mi vida y ahora vienes tú y lo estropeas todo niñata. -Esto último lo dijo gritando y dándome un empujón contra la pared.

Me hizo bastante daño ya que yo me encontraba bastante débil de no haber comido nada y noté como las piedras se clavaban en mi piel y mis huesos.

-¿Eres tan poca cosa que tienes que entregarle tu vida a alguien? ¡Das pena Sonia Daniels! -Le dije riéndome a carcajadas.

Sé que yo no estaba en la mejor posición para burlarme de alguien pero no podía mostrarme débil ante alguien como Sonia, creo que ya bastante tenía con verme aquí encerrada.

Cuando le dije eso, Sonia se abalanzó contra mí tirándome al suelo, se puso encima mía y empezó a darme bofetadas y puñetazos como loca, no podía ni defenderme de sus ataques, lo único que podía hacer era meter mis manos y brazos de por medio.

De repente dejó de atacarme y dijo:

-Ahora te vas a enterar.

Y se marcho de la celda.

Me costó levantarme, no tenía a penas fuerzas y con este altercado había gastado las pocas que tenía, la cabeza me daba vueltas pero no me iba a desmayar, solo era cansancio.

Me senté en el suelo y me dispuse a comer lo que había en la bandeja, ensalada de lechugas con tomate y cebolla y un pescado, sino me equivocaba creo que era atún.

Pude comer un poco cuando Sonia apareció de nuevo con algo enrollado en sus manos, algo que no supe qué era hasta después.

-Ven aquí Andrea.

-Yo a ti no te hago caso. -Le dije secamente.

-¿Ah no?- Vino hacia mi y me cogió del pelo. - Claro que vas a venir.

-¡Suéltame Sonia!

Me llevo casi arrastrando a otra celda, la de la manguera. Abrió el grifo fuerte y empezó a mojarme.

-¡Sonia te odio!¡Para! . Dije entrecortada por el frío del agua.

-Más que me vas a odiar Andreita. -Dijo con una sonrisa en su boca.

Cuando hubo terminado de mojarme entera me volvió a llevar del pelo hasta mi celda. Intentaba atarme a unas cuerdas que pendían del techo, estuvimos forcejeando hasta que consiguió atarme, yo me encontraba bastante débil así que no tuvo tanta complicación para amarrarme. Me veía en la misma situación que cuando me castigaron en la sala de los espejos, casi no llegaba ni al suelo.

-Ahora vas a probar mi ira Andrea Miller.

-¿Qué... qué vas a hacer Sonia? -Pregunté sin evitar sentir miedo de lo que iba a suceder. Su voz era malévola.

-Ahora lo verás niñata.

Y ¡flash! Me dio el primer latigazo que hizo que mi cuerpo se retorciera de dolor y era aun peor porque estaba chorreando de agua lo que lo hacía más intenso. ¡Flash!¡flash!¡flash! Resonaba por toda la celda junto con mis gritos y mis lamentos.

-¡Por favor, Sonia, te lo suplico!

-Hoy no hay perdones Andreita, hoy sufrirás mi ira.

¡Flash!

-¡Ahhhh! ¡Por favor! -No soportaba aquel dolor, sentía como si la sangre quisiera salir a cada golpe que daba, me quemaba la piel.

-¿Te gusta tocarte pensando en mi Ama verdad Andrea? Pues aquí tienes para que vayas aprendiendo a respetar lo que es de otras.

¡Flash!¡Flash!¡Flash!

Fueron como cincuenta latigazos, mi cuerpo me pesaba, me dolían los brazos de estar casi colgada. Oía las voces de fondo, veía borroso, cada vez veía más oscuridad... ya no podía resistir más...

Corría por un bosque de noche, al menos yo pensaba que era de noche porque todo era nebuloso, alguien me perseguía, alguien que quería hacerme daño, su mano casi rozaba mi espalda, por más que yo corría siempre estaba casi tocándome... 

De pronto veo una pequeña luz a lo lejos, corro hacia ella con todas mis ganas, oigo unos susurros "mi sumisa", "mi sumisa" y cuanto más me acerco veo una silueta, es la señora Sullivan tendiéndome su mano, me sonríe plácidamente, no dudo en tomarla. De repente, ya nada me persigue. 

La disciplina de AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora