El arte de ser mujer.

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Ayer dormí, y soñé que era una
princesa.
Soñé con la educación de una mujer en ese entonces.
No, no me refiero al dibujo o la poesía
ni a a la oratoria o al canto.
Me refiero a ese antiguo arte que apenas perdura entre nosotras, entre mis hermanas.
El de hacer creer al hombre que tiene la batuta.
No teníamos la libertad de ser indomables, de ser impredecibles,
pero siempre lo hemos sido en secreto.
Domamos al rey con besos, y planeamos alianzas en nuestros lechos.
En mi sueño, mi madre me educaba a ser gentil, a ser osada hasta donde Dios me permitiera.
A jugar con mis vestidos largos, y a reinar con la mirada.
A demostrar mi orgullo en mi  caminar, y a hacer que el rey caiga ante mis pies con palabras
santas.
Nuestro juego se inmortalizó en el ajedrez, y es por eso que somos
las guardias más importantes del rey.
Cuidamos sus pasos,
le susurramos planes de guerra en la madrugada, y esperamos en casa, pacientemente con
nuestros hijos,
sólo esperando los frutos de nuestra
cosecha.
Porque ese es el arte de ser mujer,
el esperar el poder y no la
gloria.

Pero nos hemos cansado de estar tras bambalinas, de

ser obligadas a mantenernos a raya de la luz.
Somos fuertes, somos capaces.
Tenemos la capacidad de mantener, de cuidar, de destruir.
Somos huracanes y flores.
Y nuestro arte también es progresar.

Este escrito ya estaba en mi libro de poemas "Aleteos de polillas", pero lo he modificado un poco.

"No cortes mis flores"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora