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Habían muchas cosas que la gente no conocía de Sadie Sink, pero en lo que sí estaban todos de acuerdo era en que cuando algo se le metía en la cabeza no había manera de sacárselo. La chica podía llegar a ser increíblemente testaruda cuando se lo proponía, y nadie podía hacerla dar el brazo a torcer. Se encerraba demasiado en sus propias ideas y no escuchaba lo que los demás tenían para decir, se mantenía inmovible y atascada en su propio punto de vista, sin importarle si estaba bien o mal. Su obsesión con tener la razón ya se estaba convirtiendo en algo excesivo, simplemente se plasmaba con sus opiniones propias y hacía oídos sordos, ya que siempre esperaba que fuese el otro el que cambiase de opinión, y no ella. Muchas personas solían confundir esto con arrogancia o vanidad, pero la realidad era que la pelirroja solamente defendía sus pensamientos, defendía lo que ella creía que era lo correcto, aunque no siempre fuera así.
Una parte de ella sabía que su amiga tenía razón, sabía que llevar ese plan a cabo era una locura y que era más propenso a terminar en desastre que en victoria, y a decir verdad en el fondo se encontraba bastante asustada, pero otra parte tan sólo no podía aceptarlo ni dejar que los obstáculos la vencieran. Necesitaba hacer lo que se había propuesto, y ya no se trataba solamente de vengarse de esos chicos y demostrarles que aún existían personas que podían desafiarlos, o de intentar proteger a sus amigos y sentirse una heroína, se trataba de algo más, siempre se trató de algo más. Eran sus propios complejos e inseguridades los cuales la llevaban a querer hacer ese tipo de cosas, estaba todo relacionado con una superación personal interna. Sadie necesitaba sentirse justa, útil, necesitaba saber que había algo por lo que se paraba y defendía, algo por lo cuál luchar, y lo más importante de todo; necesitaba sentirse orgullosa de sí misma, y más cuando últimamente no lo había estado sintiendo.
No era novedad que la ojiazul se sacaba una A en todos sus exámenes, ya estaba cansada de presumirlas y los profesores cansados de felicitarla, todos sus compañeros la envidiaban por eso, pero la realidad era que hace semanas que aquello había cambiado drásticamente.
Todo comenzó cuando una noche salió de fiesta con Maddie. Ambas salieron a disfrutar de la noche como siempre y a la rubia se le ocurrió la idea de salir de lo usual y monótono de siempre y asistir a una fiesta universitaria, la pelirroja no dudó en decir que sí, así que ambas se pusieron sus mejores ropas y se dirigieron al gran campus de la UCLA.
Claro que lo que ninguna de las dos se esperaba era que las fiestas de los universitarios estaban lejos de ser como las de la Elite de la secundaria, si las de estos últimos eran consideradas un caos, las de los primeros podían llegar a ser consideradas una catástrofe. No sabe en qué momento sucedió, pero aquella noche que debía haber sido como estar en sus mejores sueños terminó siendo una verdadera pesadilla. Todo se descontroló, las descubrieron los de seguridad de las fraternidades, y las sacaron de allí inmediatamente por ser menores de edad y por estar en un área privada, así que la noche terminó con ambas en la comisaría esperando a que sus padres pasaran a recogerlas, y claramente siendo conscientes del gran regaño que iban a recibir por parte de estos, pero para la pelirroja esa no fue una de sus mayores preocupaciones. Su gran preocupación comenzó a mostrarse en el momento en el que llegó a su casa y se dió cuenta de que era un Lunes a las seis de la mañana, y en menos de dos horas tenía que asistir al colegio, no había dormido nada y, para su mala suerte, había un examen del cual se había olvidado completamente, y no se dió cuenta hasta que el profesor puso el papel blanco en su banco.
