Prólogo

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  Mi vida había sido lo bastante común y fabulosa desde que tengo uso de razón, tenía un grupo de amigos al cual adoraba, buenas calificaciones y quizá más de lo que yo creía o esperaba tener.
Ese día como cualquier otro, fui a prepararme para ir a la universidad, bebí un jugo de naranja recién hecho, observé la hora y note que iba algo tarde. No me daría mucho tiempo para desayunar.

-¡Oh rayos!, me voy con hambre, sin oler a peste o me ducho, sin alcanzar a desayunar -dije.- En definitiva, la primera opción; sino quiero ser la nueva rechazada de la universidad por oler a demonios.

Rápidamente subí al sanitario, colgué mi toalla y me introduje en la ducha

Me cago en el culpable de que esta agua salga tan fría!- repliqué a solas mientras continuaba mi apresurado baño

Al parecer este no estaba siendo un buen día para mi. Entré a mi habitación, camine hasta mi armario para escoger que atuendo debía llevar hoy, no era la chica más popular después de todo, pero eso no significaba que no tenía una imagen que cuidar...
Como normalmente soy algo indecisa al momento de decidir que colocarme, tardé varios minutos merodeando:

-Quizá un jeans con un suéter color ocre, para el frío o tal vez una chaqueta negra con botas altas, ¡vaya!, eso si sería bastante sensu...-maldije.- No es un buen momento para pensar tanto, Haley, Apresurate.

Volviendo a mi linda realidad, tome unas botas timberland color rojo y partes negra, las acompañe con un jeans azul y un suéter gris, aunque me quedaba algo ancho creo que estaba de la forma en que quería. Tomé mi bolso junto con el móvil y apresure mi paso a la sala, allí estaban mis padres tan carismáticos como siempre y mi hermano, igual de enojado como el resto de los días

-Hey hermanito, ¿Esa es tu cara o tu trasero?-Me reí.- se que eso lo enojaría más, pero no escucharía sus reclamos porque ya iba de salida.

-Muy graciosa, Haley, pero no tanto como el grito que diste mientras te duchabas -dijo.- ¿ahora no te gusta el agua? Jaja

Me limite a despedirme de mis padres, quienes también se reían del comentario de Allan, mi hermano; y digo también porque no está de más admitir que me causo cierta gracia pensar en la idea de que todos me escucharon, ¡menudo show!
Al salir de casa, lo siguiente era revisar mi correo, ya era más que rutina para mi, algo muy cotidiano, a decir verdad no eran más que pagos, revistas, folletos de promociones y otras tantas cosas...Todo estaba igual que siempre, excepto por una cosa.
Una carta que iba dirigida hacia mi, sin embargo; esta no tenía remitente. Por el poco tiempo que tenía para revisarla con tranquilidad decidí guardarla en mi morral, ir al estacionamiento para encender el auto y dirigirme a la universidad.

Lo que menos imagine sería que esa carta cambiaría mi vida, más allá de su contenido o del sentimiento con que plasmaron cada letra dedicada hacia mi. Esa pequeña hoja blanca repleta de escrituras de grafito llenaría de un sin fin de emociones cada parte de mi ser.
justo allí es donde comienza un capítulo diferente de mi libro.

¿La verdad?
Todo fue culpa de cada párrafo, palabra y letra de esa carta...

Hasta de la última letra...

La última letraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora