A la carrera, arrastraba la maleta entre jadeos buscando el andén número trece. No era un buen día para ponerse un vestido de esos ceñidos, no son muy apropiados para correr y menos si se va enganchando con el bolso a la vez que le golpeaba la pierna con el vaivén de la maleta.
Con el billete en la mano y una coleta desaliñada, Sofía corría andén ariba buscando su tren. Un hombre de aparente mediana edad y sonrisa falsa se le acercó y mirando su billete agarró sus maletas y la condujo más allá de la estación, donde esperaba un tren color verde primavera. No recordaba haber visto nunca un ren así, es más, nunca había montado en tren y si no fuera por este viaje inesperado no lo habría hecho jamás.
El pasado noviembre, llegó al buzón de Sofía un sobre de su difunto abuelo. La parte que no leyeron del testamento, pesó ella cuando vió la carta escrita a mano por su abuelo. En el sobre, un billete de tren y con él la carta y una pulsera con un ala de ángel:
Hola cariño,
Si lees esto es que yo ya no estoy aquí. Ya se caunto odias los trenes y que no estas acostumbrada a viajar, pero si estás leyendo esto, por favor, cumple una última petición de tu abuelo. El veinte de febrero a las ocho de la tarde debes tomar el tren que figura en tu billete y no hacer preguntas. Siento no poder explicarte nada Sofi, me hubiera gustado quedarme contigo para este viaje.
No puedes hablar de esto con nadie, una vez en el tren te encontrarás con la señora Santos, ella te lo explicará todo con detalle. Llévate bastante ropa y a quien te pregunte, dile que te vas de vacaciones.
En el sobre he dejado una pulsera celeste, llévala contigo en el viaje, no puedo dcirte el por qué pero te ayudará. Deshazte de esta carta y no faltes a este viaje cariño. Te quiero mucho Sofía.
El Yayo Carlos.
Sofía se encontraba en un enorme tren de color verde, alojado más allá de la estación y rodeado de vegetación; daba la impresión de que estaba escondido al publico.
Al entrar en él, una extraña sensación recorrió todo su cuerpo y luego se embriagó del olor a nardos que cubría el ambiente. El interior del tren estaba cubierto por madera color caoba, casi parecía que estaba dentro de un árbol. Los vagones, eran infinitamente intermnables y por cada vagón de cruzaba habia personas totalmente diferentes y extrañas. Con tono risueño le preguntó al hombre que le acompañaba: '' ¿Se trata de una convención internacional de amantes de los trenes?'', pero ni un simple amago de sonrisa nació de los fríos labios de aquel robusto hombre.
Cuando llegarón al vagón de Sofía, su acompañante dejó la maleta en el suelo y silenciosamente cerró la puerta y la dejó sola. Poco más que una cama, un escritorio y un armario decorabal la habitación, pero lo que más le llamó la atención a Sofía fue la enorme cristalera al exterior del tren que recorría toda la pared frontal a la puerta.
Aprovechó unos instantes para sentarse en la cama, estratégicamente colocada en paralelo a aquel ventanal, y se quedó embelesada por aquel paisaje verde y frondoso que rodeaba todo el tren.
Sobre el escritorio, un folio color verdoso le informaba de los horarios de las comidas del tren y las localizaciones de las salidas de emergencias, cartos de baño y diferentes vagones especiales repartidos por el gigantesco tren. Casi cuarenta compartimentos formaban aquella bestia verde que coménzó a moverse lentamente en elmomento que Sofía se puso en pié. Lo notó por el movimiento del paisaje, ya que casi parecía que el tren estuviera flotando sobre las propias vías. Era casi increible que un tren de tal envergadura se moviera tan agilmente y veloz.