Capítulo 01

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Gritos, gemidos de dolor, sangre. Aquel líquido carmesí está en sus manos, en su rostro, en sus zapatos, en el suelo. Se escapa por la boca —no de su boca—, se ahoga con ella y el sonido de la tos se hace presente. Un golpe seco deja como resultado otro gemido en el aire y más tos. Las sirenas de patrullas se escuchan a lo lejos, el sonido de pasos alejándose a toda velocidad le llena los oídos y sus ojos se fijan en la persona que está tirada a sus pies. Está retorciéndose de dolor, con el rostro lleno de sangre, con la ropa impregnada de la misma, con ojos que pedían clemencia.

—Te mato antes de que me lleven —escupió aquellas palabras con rabia.

Sujetó por las ropas superiores al tipo tirado frente a él, le brindó un certero puñetazo en la mejilla y luego otro. Sus ojos ardían en furia, sus puños estaban fuertemente cerrados al punto de que los nudillos estaban blancos y la sonrisa endemoniada que portaba daba miedo. Él daba miedo.

—¡Suéltalo ya! —resonó una voz a sus espaldas —Hazlo, chico, no cometas más estupideces.

—Te salvaste... —susurró con una media sonrisa, dejó al tipo en el suelo y lentamente se puso de pie.

—¡Alza las manos donde pueda verlas!

El hombre uniformado se fue acercando con sigilo al hombre alto y pelinegro que yacía de pie frente al casi inerte cuerpo de un joven de cabellos rubios. El tipo no alzaba las manos, solo se mantenía de pie observando a quien estaba tirado a sus pies. Cuando estuvo lo suficientemente cerca lo observó darle una última patada al sujeto en el suelo, aquello lo llenó de enfado al instante.

—¡Serás cabrón! —se abalanzó sobre él, lo tiró al suelo y a pesar de los gruñidos lo comenzó a esposar —Será mejor que dejes de hacer estupideces si no quieres que deje tu culo en prisión por años.

—Te reto a que lo hagas — masculló con una sonrisa socarrona en el rostro.

—Lo que digas —exhaló y se puso de pie, obligando al de menor edad a hacer lo mismo —. Andando, mocoso.

Fue llevado hacia la patrulla, lo metieron como a cualquier criminal y enseguida la misma arrancó en dirección a la estación policiaca, en tanto los paramédicos llegaban a la "escena del crimen" y atendían a la víctima de aquellas tremenda paliza. Durante el camino a la estación de policía el pelinegro se mantuvo en silencio y mirando por la ventana, sonriendo ligeramente al ver su reflejo en la misma. Era un rostro que no le gustaba ver manchado de algo que no le agradaba, pero no podía dejar que lo que aquel sujeto hizo se quedará así como así.

Con poco cuidado fue sacado de la patrulla, a empujones lo llevaron hasta la entrada de la estación policiaca y una vez dentro el oficial lo sentó en la sala de espera. El hombre con algunas canas en su cabello se dirigió a la ventanilla para comenzar a comentar lo que había sucedido en el lugar de los hechos, enseguida el hombre tras el cristal dijo que iniciarían el papeleo.

—Levántate —ordenó con voz firme, el pelinegro se mantuvo sentado, ignorándole —. Te llevaremos a una sala privada para que te hagan exámenes de sangre mientras esperamos a que lleguen tus padres.

—¿Para qué los exámenes de sangre?

—Para descartar que estás drogado y así poder confirmar que simplemente eres un idiota con problemas de ira —con firmeza lo tomó del brazo y le hizo ponerse de pie para que comenzará a andar.

—No sabía que un policía tenia en su código de ética la posibilidad de decirle esas cosas a un criminal —rió burlesco.

—No te lo digo como oficial de policía, te lo digo como tu tío —gruñó y con fuerza apretó su agarre para arrastrarlo prácticamente hasta donde estaba la sala.

Gerbera [JohnTen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora