『 Rojo Atardecer 』✨One Piece✨

⋆★ Prologo ★⋆

𝒫𝓇𝑜𝓁𝑜𝑔𝑜

[:: Gemelos ::]

"La marea se encuentra quieta y el viento sosegado" Dijo con disfrute una mujer. Sus facciones eran finas y delicadas, sus ojos eran de un hermoso color verde esmeralda, y su cabello largo rojo intenso hacían que la femenina se viera atractiva a la vista de cualquiera. Se encontraba recostada sobre una muy pequeña embarcación, si es que así se le puede llamar a un bote en el cual apenas lograban entrar dos personas, y con dificultades.

- ¿Cómo se encontrara ese viejo? Han pasado años desde la última vez que le vi.- pauso y dejo soltar una austera risa.- Pensar en ello me pone algo nostálgica.- Dijo, alzando su mano izquierda buscando el Log Pose para que le indicara la dirección de su siguiente destino. Archipiélago Sabaody.

[ . . . ]

¡Finalmente he llegado!.- Hablo con gran alivio la pelirroja. Durante su viaje hacia el Archipiélago se encontró con muchas dificultades. El pequeño bote que había conseguido en la última isla realmente le había sido de gran ayuda, más sin embargo, no era rival para el temible mar; aunque al principio se lo había encontrado con bonanza. Cuando llego al Archipiélago Sabaody, el pequeño bote en el que navegaba estaba totalmente hecho trizas.

- Esta inservible.- Miraba los trozos de madera que ya hacían flotando cerca de la orilla con aflicción, y dejo soltar un gran suspiro lleno pesar.- Que remedio... Ya ni siquiera es necesario anclarlo.- Dijo abatida, saco la madera del agua y espero a que esta se secara. Junto todos los destrozos en un solo lugar y les prendió fuego; se quedó en silencio por unos momentos viendo cómo las llamas bailan con el viento.- Me brindaste mucha ayuda, y eso lo agradezco mucho.- Decía sonriente, no se retiró de aquel lugar hasta que vio como el ultimo trozo de madera fuera consumido por el abrazador fuego.

- Vaya... ahora tengo que conseguir un nuevo bote... o afanar uno.- Decía para sí misma alejandose de aquel lugar, dejando las cenizas de su rezagado bote.

- ¡Vayamos a explorar!.- Alzo la voz con gran entusiasmo y se encamino al lugar donde se veía mayor movimiento. Se encontraba en el Groove 40, era una zona turística donde los piratas recurrían mucho para anclar sus embarcaciones. El área se encontraba llena de tiendas comerciales y sus calles eran muy concurridas. La joven pelirroja observaba los comercios, la mayoría de estos estaban     abarrotados de ropa, cosa que causo decepción en la mujer, pues se notaba en su vestimenta que las cuestiones de moda no le llamaban en lo absoluto la atención.

Su ropaje consistía en una camisa de manga larga color blanco, un corsé de piel muy sencillo adornaba su cintura, portaba un pantalón oscuro y botas altas en color negro. Además de una capucha que usaba con el principal motivo de no llamar tanto la atención. Aunque lo que más resaltaba de su indumentaria eran las múltiples armas que tenía distribuidas por su cuerpo. Desde dagas hasta espadas, y unas cuantas armas de fuego se podían distinguir bajo su deteriorada capucha. Continuo andando por un buen rato, con la ilusión de encontrarse algún establecimiento que llamase su atención. A cada paso que daba, se encontraba con menos personas por las calles y los puestos comerciales parecían cada vez más vacíos. Siguió, hasta que lejanamente en un callejón con mala pinta, logro atisbar un comercio de armas. A los ojos de una simple persona no llamaría la atención; pero a través de sus verdes ojos, ese local lleno de humedad, con paredes desgastadas, y descuidado totalmente de la higiene, relucía cual oro. A pesar de ser una bella mujer, las prendas de ropa y la moda son cosas que no llamaban su atención, en cambio las armas, siempre habían sido su pasión.

Sin demorar mayor tiempo, corrió hacia aquel almacén. Abrió con fervor la puerta, la cual hizo sonar una campanilla que avisaba la entrada de un cliente. Ignoro por completo aquel sonido y se quedó absorta mirando todas las armas que se exhibían en la descuidada pared, parecía niña en dulcería. Estaba tan distraída que ni siquiera había notado la presencia del mercader, que hasta hace unos segundos le miraba desconcertado.