Había pasado uno de los fines de semana más aburridos de su vida. La mayoría del tiempo había estado realizando un informe de Geografía que debía entregar ni bien ingresara al colegio. Era un trabajo pensado para grupos de cuatro personas. Él lo había hecho solo, otra vez. Niall lo invitaba siempre a trabajar junto a él y sus amigos, pero Tomlinson negaba agradecido. Habían dos posibilidades si él aceptaba: realizaba todo el trabajo él solo o se esforzaba demasiado cuando los demás no esperaban tanto del resultado final. Lo bueno es que le había salido mejor de lo que él esperaba.
Ahora se encontraba en la mitad de su clase de Literatura, una de sus favoritas. Además, su profesor le caía de maravilla; siempre lo animaba a seguir la carrera de Letras. No estaba seguro sobre aquella decisión, pero sabía que este siempre lo apoyaría si ese fuera el caso. Escuchaba atentamente lo que este decía. Era la primera vez que explicaba la poesía barroca y era un tema que captaba su atención desde el principio al final de la enseñanza.
Su maestro preguntó qué opinaban sobre el tema, cosa que lo hacía destacar aún más entre sus compañeros de trabajo: buscaba la opinión estudiantil. Louis abrió la boca para comenzar a hablar mientras levantaba su mano, pues siempre él era el que comenzaba la idea general.
—Yo, uhm... —Se oyó una voz desde atrás. Esa voz—. Creo que es interesante cómo se va incorporando una idea más cruda sobre la vida en la Literatura. Es decir, el poder hablar por metáforas de problemas que envuelven a situaciones como el pesimismo es un cambio importante, ¿no? Más humano.
Claro que era un cambio importante. No lo de lo barroco, sino... Lo del nuevo. Siempre hacía lo mismo. No sabía si quería interrumpirlo al propósito, pero hacía que su competitividad se notara a flor de piel. Bufó. Por lo menos, si tuviesen opiniones distintas... Pero no. Siempre lo mismo uno con el otro.
—¡Claro! —felicitó el mayor—. Eso quiero que vean... ¿Algo para agregar, Tomlinson?
—No debería. Creo que Styles dejó en claro todo.
Se escuchó un Uuuuuuuh..., él se recostó en su banco fastidiado. Tenían que arruinar todo. Él solo había hecho una broma, no es como si realmente le molestase.
Eso sí: debía admitir que estaba cansado de ser interrumpido. Además, ¿tanto le gustaba ser el centro de atención? Iba a todos lados acompañado de un grupo de chicas que lo veían como si fuera un dios griego. Las hormonas las convertían en esclavas, al parecer. Solo era un chico con buenas notas y cierto atractivo (no es como que lo negase, pero eso no cambiaba el hecho de que no era de su agrado).
Cuando terminó la clase giró para charlar con su mejor amigo un rato, antes de que el profesor de matemática entrase al aula.
—¿Y? ¿Escuchaste los temas de la banda que te dije? —preguntó.
—Louis —esquivó su pregunta—, ¿qué te pasa? —Le miró preocupado.
—¿Qué me pasa con qué? —Frunció el ceño, no sabía de qué hablaba.
—Con el nuevo. Sabes de qué hablo, Tomlinson.
—Oh... —Dudó—. Nada. Solo bromeaba, Ni. Sabes que no me molesta el nuevo de verdad. Incluso hasta me cae bien, de veras.
Giró nuevamente, mirando hacia adelante. No pensaba continuar esa conversación. Ignoró a su amigo llamándole, y sobre todo agradeció cuando el señor Robert finalmente llegó.
—¡Buen día! —saludó alegremente, cosa que extrañó a más de alguno—. Tuve la oportunidad de corregir sus exámenes. Para mi sorpresa, gran parte del aula consiguió llegar al siete. Debo admitir que no me lo esperaba para nada —Se escucharon susurros alegres por parte de los jóvenes, ansiosos por saber sus notas—. Pero basta de murmullos. Quiero que traigan la tarea que les di y la dejen en mi escritorio.
Nadie protestó por el examen, todos sabían que él siempre los entregaba al final de la clase. Era una espera eterna, pero por lo menos así el adulto mantenía el orden por más tiempo.
Más de una hora y pico más tarde, por fin la clase de matemática terminaba. El profesor comenzó a entregar las hojas corregidas llamando a los alumnos, quienes se paraban y se dirigían al escritorio ansiosos.
—¡Tomlinson!
El ojiazul se paró con nerviosismo, no estaba muy seguro con su rendimiento en aquella evaluación.
—Felicidades, siempre excelente —lo felicitó su maestro.
No, no era excelente. Era un nueve. [n/a: las nota máxima es un diez en este caso, no sé cómo es en otros países(?)]
Niall lo miraba emocionado, siempre le preguntaba la nota incluso antes de que él se sentara. Louis lo miró con una mueca encogiéndose de hombros y mostrando nueve de los diez dedos en sus manos. Este giró los ojos. Si el rubio tuviese un nueve, estaría celebrando como nunca. Sobre todo en matemática.
—¡Styles!
Como la mayoría de los exámenes ya habían sido entregados, el barullo en la clase era aún mayor que siempre. Ni siquiera era eso: los compañeros hablaban libremente, celebrando un siete en general. Louis se sentó y siguió con los ejercicios que les habían dado aquella clase, dispuesto a no tener tarea. Además, se distraería más fácil. Realmente odiaba ser tan exigente con sí mismo, ¡incluso su familia se alegraba cuando él tenía un siete, ocho o nueve!
Pudo ver de reojo cómo el chico nuevo se dirigía a su lugar con su examen. Medio minuto después, reinó el silencio en el aula. Louis se extrañó.
—¡Lo pasó, lo pasó! —gritó Niall carcajeándose, cosa que hizo que el castaño girara a verlo—. ¡Styles tiene un diez! —Risas llenaron el aula.
Louis sonrió de oreja a oreja fingiendo que aquel comentario le daba muchísima gracia y volvió la vista a su cuaderno sin decir palabra alguna.
Serás hijo de puta, Styles...
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Grades before you || larry
RomanceLouis tiene las mejores calificaciones de su escuela. Bueno, tenía. Hasta que llegó Harry. Él no va a permitir que quite su puesto.