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Frente a nosotros una cantidad enorme de personas, niños, niños a montones acompañados de sus padres, adultos de todas las edades y estaturas, con distintos vestidos las mujeres y los trajes de los hombres con diferentes en sus tonos, la luz intensa de las grandes antorchas nos permiten ver apenas los rostros, un carraspeo de Dante me hace seguirle y pronto me veo en el medio de todo, como sus guantes siempre blancos alisan su traje siempre negro, tan negro, tan pulcramente lizo y sin rastro de alguna pequeña pelusilla, le miro a través de la máscara y pienso "es que acaso ya ha comenzado la magia". Claro que lo ha hecho, la magia inicias desde el instante en que se toca la tela de la carpa o se sienta en las butacas, si presencia el espectáculo queda cautivado y yo soy eterno cautivo del circo, para bien o para mal.

Sigo a Dante hasta el centro, la gente y su murmullo se escucha al fondo, como pequeños cuchicheos escapan de sus bocas previo al silencio profundo que se produce antes de las palabras de Dante, su voz siempre potente, con un cono hecho con papel inicia con sus rutinaria presentación.

―Muy buenas noches público, señoras, señoritas, espero que estén preparadas para este espectáculo, sostengan a sus hijos, vigilen a sus maridos, el circo no solo es hechizante, es atrayente y seductor sobre todo divertido y maravilloso ¿eh? ¿No me creen? Bien, hacen bien―yo no sé si mirar al público o estar pendiente de Dante, simplemente la cantidad de gente es enorme y puede que no, pero sus miradas pesan sobre mis hombros, me abruman de sobremanera, me llenan de nerviosismo y temor, como si fuera la presa de sus intenciones más perversas, no es la atención que me gusta sentir y tengo miedo―esta noche, nuestro pequeño Pierrot nos acompañara, miren como sonríe, pero que no les engañe, está lleno de sorpresas, esta sonrisa no es solo por ser tan lindo―mi rostro ni se puede ver, a través de la máscara todo se ve más limitado, mis ojos apenas y pueden ver por los círculos que me limitan tanto, aun así veo a todos sonreír.

Dante me llama con un pequeño chasquido voy a él, como siempre empezando llevo a él una antorcha, me la entrega otro compañero y voy con ella, rápido, sus aplausos me piden que rápidamente lo haga, mis zapatos son grandes, son largos y me hacen caminar mal, en un solo segundo en un tropiezo caigo, sin poder evitarlo la antorcha cae cerca de donde debía y rápidamente el fuego corre hacia el aceite.

Mi rostro duele por el golpe, no pude poner mis manos por sostener la antorcha y no reaccione a tiempo, al menos se ha prendido el extraño aro que en el medio de todo ilumina, como si al mismo suelo y la tierra produjera fuego, normalmente las personas caen en el asombro pero ahora, ahora ríen, ríen alto, ríen fuerte. La pesada mirada de Dante sobre mí me hace saber que algo he hecho mal, muy mal, aun así las risas me dicen lo contrario, que hecho bien y el que bien ríe, bien vive.

Me levanta de golpe y siento la tela ceñirse a mi cuello, me alza y luego atrapa susurrando improperios mientras el público parece seguir riendo por cómo me lanza por el aire de manera tan brusca, los agarres duelen y me hace sentir incómodo.

Dante me deja caer al suelo de arena y avanza dejándome detrás, mi trasero duele pero aun puedo continuar caminando. Le sigo de nuevo y ahora viene algo tan emocionante, del que parecía un barril y a pela oscuridad entre el fuego y luz aparece Beatriz, mamá dice que el traje es muy provocador y no muy apropiado, yo pienso que es lindo.

El traje ajustado y de algunos lados recortado es muy llamativo con sus lentejuelas que brillan por el fuego a su alrededor, me impresiona mucho y quiero verlo más de cerca, aun mas, pero no puedo. Dante avanza anunciando la presentación de Beatriz, él se acerca a ella, me quedo detrás y no sé qué hacer, si acercarme o quedarme aquí, no entiendo ni veo señas de algo más que hacer, veo a Jonny desde el otro lado y parece asentir, me mira una y otra vez y creo es para mí, creo que debo acercarme.

Una función de lagrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora