Hoseok

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Jimin le sonríe en cuanto entra a la habitación. Esa sonrisa grande y brillante que consigue que sus ojos se vuelvan dos finas líneas en su rostro. Él está recostado en la camilla y luce completamente frágil y débil. Hoseok le devuelve la sonrisa mientras se acerca al rubio, inclinándose para besar su frente.

—Buenos días, Jiminie— murmura antes de sentarse en la silla junto a la cama—. ¿Cómo ha estado tu noche?

Jimin se encoje de hombros—. Agitada.

—Me dijeron que tuviste una crisis. 

—Si— se encoje de hombros ligeramente—. Pero estoy mejor, hyung, lo prometo.

Hoseok entrecierra los ojos mientras con su mano busca la del menor—. Hagamos de cuenta que te creo— murmura antes de besar el dorso—. ¿Cómo te sienes ahora, Jiminie? Y no me mientas.

Jimin aparta la mirada, ligeramente ruborizado. Es tenue, pálido y si Hoseok no le estuviera prestando la suficiente atención, probablemente lo habría pasado por alto. Pero lo ve, aquel suave tono carmín que pinta los pómulos del menor como en los días pasados—. Cansado— murmura—. Muy, muy cansado.

—Ah, Jiminie— suspira—. Hazle espacio a tu hyung, voy a mimarte hasta que te duermas.

El menor prácticamente no puede moverse por sí mismo, el cansancio consumiendo su cuerpo lentamente. Hoseok no hace comentario respecto a los movimientos lentos y torpes de Jimin, ayudándolo a acomodarse en la cama en su lugar. Una vez que está cómodo y listo, el peli-rojo se recuesta de lado en el espacio libre, dejando que Jimin estire sus pálidos brazos hasta rodearle la cintura y apoyar la cabeza cerca de su pecho.

—Tu corazón late rápido, hyung.

—Es porque está feliz de estar cerca de ti, Jiminie.

El mayor siente la sonrisa nasal de Jimin y se inclina a besar su cabeza. El rubio emite un murmullo bajo en aprobación y se funde en los brazos de su hyung, dejando que Hoseok lo llene de inocentes caricias en el escaso cabello que le ha crecido, en los brazos y las mejillas. Antes de que lo noten, Jimin está completamente dormido.

Hoseok lo observa. Jimin luce tan frágil entre sus brazos que le entran ganas de llorar. No lo hace, sin embargo, dedicándose a estudiarlo en detalle. Los tres pequeños lunares que tiene en la frente, casi imperceptibles; sus pómulos afilados que antes solían ser rellenos y rosados; su pequeña y redonda nariz; sus labios rellenos y rosados..., aquellos labios que Hoseok había ansiado besar cuando conoció a Jimin. El mayor aparta la mirada y sonríe con pena. Él sólo había sido otro de los idiotas que había caído por Jimin en su momento, otro de los cobardes que jamás se atrevió a confesarle lo que sentía. ¿Las cosas habrían sido distintas si él...?

Dos golpecitos resuenan en a puerta antes de que Namjoon se asome—. ¿Hoseok-hyung?

—Namjoon-ah— Hoseok sonríe—. ¿Está todo bien?

—Sólo quería avisar que he llegado— murmura observando a Jimin—. No he visto a nadie en la sala de espera y yo— se aclara la garganta y niega con la cabeza—. Solo quería ver que Jimin estuviera bien.

—Espérame afuera, en un momento voy.

Namjoon asiente cortamente y desaparece detrás de la puerta. Hoseok vuelve su vista a Jimin y sonríe melancólico. Aparta unos ligeros mechones del desgastado y corto cabello rubio de la frente del menor y se inclina para presionar sus labios contra ella. Siente el picor de las lágrimas en sus ojos, pero se fuerza a no llorar, alejándose finalmente del cuerpo de Jimin.

— ¿Estás bien, Hobi?

Namjoon lo recibe en la sala de espera, apoyado contra una de las paredes de brazos cruzados. Hoseok se acerca hasta él y le da una sonrisa desganada con los labios apretados antes de asentir levemente—. Si, yo— suspira, rascándose la nuca—. Yo lo estaré.

Love, Jimin | 방탄소년단Donde viven las historias. Descúbrelo ahora