—Recuerdo haber estado aquí antes— dijo la chica que el médico estaba atendiendo.
—¿A que se refiere, señorita? Esta es la primera vez que está aquí.
—No, incluso recuerdo que usted me atendió y me dijo que me quedaban máximo unos cuantos meses de vida, no sabía cuantos exactamente pero que el cáncer ya estaba avanzado.
—¡Jefe! Disculpe si interrumpo, pero aquí están los resultados— el asistente entró con un par de hojas.
Y era así, la paciente moriría pronto, su cáncer estaba avanzado y las otras enfermedades no la ayudaban.
Jaeden Hoffman. Un chico apuesto, que actualmente es un médico en el pueblo Gracetown. Tenía una buena reputación en su trabajo y los que lo conocían hablaban muy bien de él.
Atenea Mendes. Chica de 16 años. Sufre de epilepsia y tiene cáncer de páncreas.
Vive con su mamá en una casa humilde, en el pueblo de Gracetown.—Disculpe, señorita— el doctor Hoffman salió del cuarto donde atendía a la señorita Mendes.
—¿Qué pasó, doctor?— dijo una de las secretarias que estaba ahí—. ¿Todo bien?
—La señorita... Dijo que ella había pasado por esto. Yo le había atendido, y le había dicho que le quedaban unos meses de vida, que no sabía exactamente cuantos.
—Doctor Hoffman, usted trabaja en esto desde hace 10 años, usted sabe que puede ser que la joven sacó sus conclusiones— sonrió la secretaria, haciendo que se le marcaran sus hoyuelos.
—Tiene razón. Seguiré con lo mío, disculpa las molestias— se despidió el doctor.
—Disculpe, señorita Mendes.
—Sé que sé lo que será de mí y no me asusta.
—¿A qué se refiere?— dijo el médico tomando el antebrazo de la joven para hacerle los últimos exámenes de probablemente toda su vida.
Aunque era realmente evidente. La chica no mostraba ni el mínimo signo de preocupación.
—Pues, me refiero a que muchas personas se asustan y no quieren morir. A mí sinceramente me da igual.
El señor Hoffman no supo que contestar, así que decidió estar en silencio. Para lo único que hablaba era para darle indicaciones a su paciente durante el examen.
—Ya está listo. Puede retirarse —tragó saliva—. Dentro de una semana están los resultados, puede venir usted o su encargado a retirarlos.
-Si es que no muere antes de otra cosa- pensó el doctor.
—Dudo mucho que esté viva para dentro de una semana— dijo la señorita y sonrió. Lo siguiente que hizo fue marcharse del consultorio.
Y así fue. Esa misma noche la chica tuvo una convulsión causada por un ataque epiléptico, se golpeó contra el respaldo de su cama lo cual le causó lesiones que resultaron mortales en su cráneo. Así que se podría decir que la joven ahora "descansaba en paz"
El joven Jaeden Hoffman esa noche tuvo un dolor que no lo dejó dormir y lo estuvo atormentando durante todos los días, hasta que llegó el día en el que se supondría que llegaría Atenea a retirar los resultados.
-
—Hola, ¿está el doctor Hoffman?— dijo una anciana a la secretaria del consultorio donde trabajaba el antes nombrado.
—¿Tiene cita?
—No, vengo a retirar los resultados de mi ya fallecida nieta. Atenea Mendes.
—Cuanto lo siento, señora. Deme un momento para avisarle que usted vino.
—No se preocupe.
La anciana tomó asiento en la sala de espera. Algún par de lágrimas se le empezaron a salir, pero ella quiso verse más fuerte de lo que realmente era.
—Hola, perdón por la demora— dijo el señorito Hoffman, que realmente no sabía porque Atenea no había ido.
—No se preocupe, muchachito— la anciana miró fijamente a Jaeden—. A mi nietita le hubiese gustado venir— sonrió la abuela con nostalgia, mientras el doctor la veía extrañado.
—Perdón por la pregunta, pero, ¿ella falleció?— la abuelita se puso a llorar, dándole la razón al joven.
—Ella falleció la noche después de venir al consultorio. Por un ataque de epilepsia, se golpeó.
El joven intentaba asimilar todo lo que estaba pasando, justo la noche del fallecimiento había tenido una pesadilla igual, con la diferencia de que no reconocía a la chica.
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Estoy cuerdo, lo juro.
Misteri / ThrillerUn joven llamado Jaeden Hoffman, cuyo trabajo era en un consultorio de Gracetown comienza a perder la cordura.