Capítulo III

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Dorian abrió el ábum de fotografías y lo colocó sobre su regazo. La mayoría de ellas eran únicamente de la mama; como si las portadoras del tatuaje quisieran preservar su anonimato. Aunque de manera excepcional podía ver el rostro en alguna de ellas y, cuando ocurría, me encontraba con la expresión de mujeres con amor a sí mismas. La sensación de amargura corría por mis venas cuando adquiría consciencia de alguien que sabía lidiar con su vida mejor que yo. Cosa que solía ser habitual.

—¿Te gusta alguno?—quiso saber Dorian, con bastante interés. Dudé, consciente de cómo el calor se escapaba de su regazo al mío. Toda yo solía ser un témpano de hielo, por lo que su temperatura corporal me reconfortaba.

—Creo que definitivamente los tatuajes no son lo mío. Ya he cumplido mi cupo de locuras al teñirme el pelo de este color —aseveré señalando mi cabello zanahoria. Luego pensé que para él, que se había hecho tantas modificaciones en su físico, sería un comentario estúpido.

—Te queda muy bien ese estilo de peinado. Con los vestidos que te pones, me recuerdas a las divas de los cincuenta. —Hacía tanto tiempo que no escuchaba algo parecido a un piropo, que me quedé descolocada. No sabía qué responder. Tal vez solo bromeaba, aunque por su expresión no parecía plausible. Ni por asomo podría parecerme a Marilyn o Hepburn: para que aquello ocurriera debería de tener un atractivo arrollador y elegante. Cosa que yo no poseía.

—¿Estás bien? —inquirió con excepcional atención; muy consciente de mi cara de angustia.

—Sí, estoy bien. —Pensé en un modo de desviar el tema de aquella conversación. —La verdad es que si me hiciera un tatuaje creo que no me gustaría escoger uno del álbum. No me apetecería llevar algo que ya tuvieran hecho varias personas. —Dorian me regaló una sonrisa de gato.

—Puedo ayudarte con eso, si quieres. Llevo bastante tiempo dibujando y me encanta hacer diseños pero si prefieres encargarte tú o decírselo a otra persona está bien.

—¿Tendría que pagarte por el diseño? —No podía ser cierto que de verdad me lo estuviera planteando.

—Generalmente, cuando me piden que les haga un diseño muy complicado, suelo cobrarles porque requiere parte de mi tiempo. —No sabía en qué momento había ocurrido, pero tenía su rostro a escasos centímetros del mío y su mano acariciado la fina tela del estampado de mi vestido. —Aunque por ti podría hacer una excepción y darte mi arte de manera desinteresada.

—Supongo que lo haríamos en dos sesiones, porque la zona de la marca es muy grande y...—Volví a desviarme de su asunto de interés.

—Ahora que me lo recuerdas, tendría que ver la cicatriz para saber aproximadamente de qué tamaño será el dibujo.

Me envaré. No tenía ganas de que viera lo peor de mí, por muy estúpido que fuera. No obstante, si me quería tatuar el pecho era algo que tenía que ocurrir tarde o temprano. Así que mejor me iba de allí antes de tener que lidiar con su expresión de desagrado al ver mi mutilada delantera. La mano de Dorian, que aún descansaba en mi regazo, se movió hacia mi mejilla, donde apartó un mechón de cabello.

—Estás tensa —musitó, con el acero de sus ojos reluciendo. Un molesto rubor acudió a mis mejillas.

—Lo siento. Creo que no debí de haber venido aquí: todo esto es una tontería. Solo estoy intentando ser lo que no soy.

—Yo no lo siento. Desde que salí del hospital estuve reprochándome internamente no haberte pedido nada que me sirviera para localizarte. Así que por mí está bien. Gracias por haber venido aquí. —Quizá fue producto de mi imaginación, pero parecía sentir de verdad aquellas palabras. —¿Por qué dices que intentas ser lo que no eres? No le veo lógica a tus palabras. Las personas no nacen con una etiqueta que las fuerce a actuar de una forma en concreto.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2018 ⏰

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