Él se condujo dentro de ella varias veces más, con su pasaje tiernosujetando su polla y llevándolo al orgasmo.
Se tensó y convulsionó antes dedisparar su semilla caliente en su trasero.
Se desplomó sobre ella, con supecho pegajoso de sudor presionándose contra su espalda mientrasdepositaba besos húmedos de agradecimiento en su piel.
La cabeza de Rose estaba confusa, con las secuelas de su clímaxtodavía arremolinándose por sus venas.
Con su polla todavía en su interior,ella se dio cuenta de que felizmente volvería a permitirle follar su culo,repetidamente si lo deseaba.
Vagamente registró el repique de una campana.
¡Oh, mierda! Era elfinal de la jornada escolar.
Ambos se enderezaron con rapidez, con la erección del Sr. Belikov deslizándose fácilmente desde su trasero.
Revolviéndose alrededor enbusca de sus bragas, se encontró cara a cara con su polla recubierta decrema.
Oh, cómo deseaba darle otra probada.
Él sonrió.
—Me gustaría poder follar su boca de nuevo, Srta. Hathaway, pero notenemos tiempo, y me temo que tu dulce culo me ha agotado.
Sus mejillas se calentaron con sus vulgares palabras y el recuerdo delo que habían hecho.
Se vistieron en silencio, lanzando miradas de preocupación hacia lapuerta.
En cualquier momento, la secretaria de la escuela volvería a ayudaral Sr. Belikov a organizar los asuntos para el próximo turno.
Pasándose los dedos por su cabello, ella se mordió el labio mientras sevolvía hacia el Sr. Belikov, preguntándose qué debería decir.
Su semen goteóde su culo a sus bragas, un dulce recordatorio de su libertinaje, y su corazónse encogió ante la idea de no volver a experimentarlo de nuevo.
¿Cómopodía haber pensado que una follada sería suficiente?
—Le deseo suerte en el futuro, Srta. Hathaway —le dijo formalmentemientras se abrochaba el chaleco.Bajando la mirada, su corazón se hundió en su pecho.
—Gracias —respondió ella con rigidez.
Caminando con prisa al rodearla, él abrió la puerta y miró a sualrededor.
Suponiendo que su intención era que se fuera, ella fue a pasar junto aél, pero él cerró la puerta y la arrastró a sus brazos, presionando un beso febrilcontra sus labios.
Ella enredó los dedos por su pelo, feliz de recibir el ataquede besos.
Él rompió su abrazo y la dejó en el suelo, mirando por encima de ellacon pesar.
—Será muy extrañada aquí en Mapledale. Sin duda será unafantástica directora en su nueva escuela.
Rose suspiró, con su admisión de que la echaría de menos haciendoque su corazón se hinchara, pero también entristeciéndola.
—Será mejor que vaya y la permita retirarse a su clase, Srta. Hathaway.
—Sí, Sr. Belikov. —Ella fue a irse, pero él murmuró su nombre y ella sevolvió hacia él una vez más
—. ¿Sí?
—En caso de necesitar... uh... consejo... en su nuevo papel, por favor,no dude en venir a mí. Siempre estaré encantado de... acogerle... —añadiócon una sonrisa de complicidad.
Rose le devolvió la sonrisa, su pecho ampliándose, y asintió congracia.
—Gracias, Sr. Belikov. Quiero decir... Amo —se corrigió con descaro—.Sin duda estaré agradecida de cualquier ayuda.
Los ojos del Sr. Belikov brillaron con la anticipación y deseo.
Oh, sí,habría mucho que aprender del Sr. Belikov en el futuro.
Con una sonrisa tímida, ella se fue, apresurándose para pasar más alláde la secretaria, que, obviamente, había regresado recientemente y estabaobservando cómo se marchaba con los ojos entrecerrados.
Ella se sonrojóde pies a cabeza, preguntándose si la mujer podía oír el chapoteo de suropa interior.
Cuando estuvo fuera de su vista, ella se apoyó contra la pared depaneles de madera del pasillo y esbozó una lenta sonrisa de satisfacciónmientras su coño dolorido y su trasero hormigueaban.
Sí, sospechaba queestaría visitando Mapledale a menudo en un futuro.
Todavía tenía muchoque aprender....
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Una Leccion
Short StoryEs el último día de clase de Rose Hathaway en la Escuela St Vladimir para Señoritas, una de las escuelas más exclusivas de Inglaterra, pero existe una cosa que ella desea antes de irse y mientras tenga la oportunidad. El Sr. Belikov. El exclusivo y...