Amanecía el sol en una mañana de Agosto de 1833, en San Miguel de Valero, Salamanca. Nacía en el seno de una familia humilde pero conocida, un joven. La familia García recibía al pequeño como una mano de obra más para el campo de su propio señor, como lo habían sido sus 14 anteriores hijos. En sus primeros años de vida, el chico vivía feliz, se despertaba a llantos cuando su padre y sus 14 hermanos empezaban la jornada en el latifundio de su señor, y más tarde se volvía a dormir. A la hora de la comida, con la vuelta de sus hermanos y padre, los temas eran siempre los mismos, la guerra carlista, quien gobernaría y todo eso, aunque era una familia pobre, sabía cuál era la situación del país, en medio de una guerra y sin un monarca claro, pero el chico demasiado joven para entender de lo que estaban hablando, el solo comía de la mano de su madre. A la hora de volver del campo para volver a salir por la mañana al día siguiente, el padre se tomaba su típica taza de leche cuando todos los hijos se iban a dormir y repitiéndole a su amada mujer "Esta no es la vida que prometí", pero su encantadora esposa, siempre decía lo mismo "Estoy contigo y con mis hijos, nada más me importa" y estos se iban a dormir, con el pensamiento del padre de haber fracasado como cabeza de familia.
El chico crecía rápido y fuerte, ya con tres años sabia andar, comer solo, salía a jugar al campo y todo lo que hacía un niño pequeño. Empezó a realizar sus primeras labores en el campo a los a los 4 años, solamente recogía el la cosecha y la llevaba a la casa para que su madre la contara y poder darle su parte al señor. Ocupado entre sus labores en el campo, el joven no tenía mucho tiempo para estar con amigos, o para conocerlos, ya que no tenía tiempo para salir a ver el resto de las casas y sus ocupantes, el solo tenía tiempo para jugar con sus juguetes de paja y tener conversaciones de fantasía con su madre. Su madre aún era joven, de pelos castaños y rostro delicado, con los ojos oscuros como una noche de invierno, un cuerpo de escultura para esculpirla, tenía una alegría desmesurada, daba igual el tiempo, o lo malo que salían las cosechas, ella siempre tenía una sonrisa para alegrar a todos. El y su madre fantaseaban sobre los dragones que vivan en Galicia, o los duendes que vivan en el levante de nuestro país, todo en una envoltura fantasiosa que les encantaba hacer realidad. Con su padre, el chico se lleva bien, se reían mucho juntos y su padre lo llevaba con él al mercado para comprar alimentos que necesitaban, pero que no podían acceder con facilidad y siempre de camino a casa paraban en una taberna a tomar algo. Su padre era un hombre alto de cabellos rubios y ojos verdes, de figura fornida, él era muy exigente y duro, pero en el fondo era tierno y cariñoso.
Con sus hermanos se lleva bastante bien, sobre todo con Pedro, era el segundo hijo más joven, y solían jugar juntos, el chico tenía 5 años y Pedro tenía 6. A veces salían de la casa a escondidas para poder jugar en el césped o en el propio campo, también iban a ver el ganado y a tirarles piedras para ver cuánto podían correr. Se podía decir que Pedro era como su mejor amigo, le tenía mucho aprecio y decían que algún día, saldrían de esa casa y trabajarían juntos para sacar a su familia de la pobreza y poder conseguir llegar a ese nuevo escaño social que se estaba formando.
Pero las cosas no salen siempre como uno quiere y todo puede llegar de sopetón, como la muerte de Pedro cuando el joven tenía tan solo 8 años. Vinieron todas las casas de los alrededores al velatorio, el chico no conocía a ninguna de las personas que estaban allí, solo de lejos, y seria a la mitad de estas, estaba toda la familia reunida menos el chico que no apareció en todo lo que duro el acto. Él estaba sentado en una colina con un rostro pensativo, y con un tono de tristeza, cuando de repente el chico oyó una voz, era una voz que le paso de oído a oído regenerándole el alma, una voz cautivadora y sobretodo una voz femenina que le decía:
- Hola, ¿tú eres hermano del fallecido? -dijo de buena fe la muchacha-
- ¿se nota mucho? - le contesto el chico sin ganas -
- Si, un poco, siento mucho lo que le ha pasado -respondió nerviosa la joven- ¿estabais muy unidos? -pregunto para romper el hielo-
- Lo suficiente -contesto con desprecio-
- ¿Qué le paso? -contesto nerviosa la chica-
El muchacho estaba desconcertado, por una parte no quería hablar con nadie porque estaba demasiado enfadado con la vida, pero por otra, esa chica le despertaba confianza y decidió contárselo.
- El otro día, trabajando, papa le dijo que fuera a por las herramientas de madera para recoger el trigo de temporada, cuando por accidente chafo un palo y se resbalo, y callo sobre el suelo con el cuello clavado en las aspas de un rastrillo y desangrándose en el suelo.
- ¿y cómo sabes todo lo que paso?
- Por qué lo presencie en directo.
La chica se quedó paralizada por el miedo y lo único que se le ocurrió fue abrazar al chico, pero este no se lo devolvió. Se quedaron hablando un rato más hasta que los padres de la chica le llamaron para volver a su casa:
- Bueno me tengo que marchar ¿Te volveré a ver? -pregunto con ganas-
- Si es lo que deseas –contesto sin prestar atención a la pregunta-
- Y otra cosa, no sé cómo te llamas. -pregunto con tono curioso-
- Mi nombre es Marcos, Marcos García.