Cap 2: Planeando la huida

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La tarde pasó muy lentamente. Mi tío, que ya se había calmado, después de hablar largo rato con mi padre, decidió quedarse a dormir en casa esa noche y emprender su viaje por la mañana. Mi tío no vivía en Port Treasure, sino mucho más lejos, hacia el oeste, así que debía coger la carroza a primera hora si quería llegar a su casa por la tarde. Durante una hora, él y mis padres intentaron sonsacarme algo sobre mi conversación con Brave John. Me hicieron mil preguntas, pero no respondí a ninguna. Cuando vieron que no iba a hablar, me dejaron sola. El resto de la tarde me quedé reflexionando en mi habitación. No paraba de pensar en Brave John y en todo lo que me había contado. Mientras yo llevaba una vida de aristócrata encerrada entre cuatro lujosas paredes, él surcaba el océano infinito en un barco con total libertad. Perseguido por la justicia, sí, pero libre al fin al cabo. O al menos eso creía yo.

Cuantas más vueltas le daba, más me daba cuenta de que no me gustaba mi vida: las estrictas reglas de mis padres, la agresiva personalidad de mi tío, las aburridas clases, las interminables horas de peluquería y el hecho de que no pudiera ir a ningún lado. En ese momento, lo vi claro: admiraba (y envidiaba) la vida de mi primo y quería ser igual que él. No me lo pensé más: iría por la noche a buscarle y surcaría los mares con él hasta la muerte. No me importaba dejar a mi familia, nunca estaban pendientes de mí. Solo miraban por lo que creían era “mejor para mi”, como prometerme a un príncipe extranjero al que no había visto en mi vida. Corrí hacia el armario muy emocionada. Lo abrí, me subí a una silla, saqué una maleta de arriba del todo y la coloqué abierta sobre la cama. Como nunca había hecho una maleta, metí lo que creí que podría necesitar: varios pares de zapatos, mis vestidos favoritos, que eran bastantes y un colgante, regalo de mi prometido. Era lo único que tenía de él. Decidí guardarlo como un recuerdo de la vida que estaba a punto de tirar por la borda, nunca mejor dicho.

Cuando terminé, preparé un plan de huida. Por la mañana había oído a Perkins diciéndoles a los guardias que hoy tenían el día libre. En cuanto se marcharan, después de la cena, yo tendría vía libre. Había pensado salir por la puerta trasera, la que daba al jardín. Mis padres nunca pasaban por allí y, aunque lo hicieran, había muchos sitios donde esconderse, así que no me verían. Después de repasar el plan mentalmente unas cuantas veces y asegurarme de que lo había memorizado bien, dejé la maleta sobre la cama y bajé al comedor para cenar. Sabía que sería la última vez que cenaría con mi familia, así que traté de memorizar cada detalle: el sabor de la comida, el aspecto del comedor, el tema de conversación de mis padres…

- Hija, ¿en que piensas?- me preguntó mi madre al verme con la mirada perdida

- En nada, madre- respondí

- Has estado muy callada toda la tarde- observó mi padre

- He estado algo cansada

- Mandaré a las doncellas que preparen tu cama antes, así podrás dormir bien

Yo asentí. Mi plan exigía salir tarde para que nadie me descubriera, pero no me importaba esperar algo más

- Yo también he de descansar, mañana me espera un largo viaje- comentó mi tío mientras se levantaba de la mesa y se marchaba- Ha sido un día de muchas emociones

Luego, añadió en un susurro:

-…sobre todo por la aparición de ese cobarde

Intentó que nadie lo oyera, pero yo lo hice. Siempre me habían insistido en que, siendo hija de quien era, debía mantener la compostura en todo momento, pero aquella vez no pude aguantar.

- No es un cobarde- solté

Mi tío se giró muy lentamente hacia mí, con una expresión amenazadora en la cara. No se creía lo que acababa de ocurrir; normal, ni yo me lo creía, pero me sentía orgullosa. Nunca antes me había enfrentado a mi tío y, aunque me intimidaba un poco, notaba el valor corriéndome por las venas.

- ¡Alessia!- gritó mi padre, indignado

- Parece que su poder de persuasión no ha cambiado nada- dedujo el tío Arnold. Casi se podía ver la furia flotando en sus ojos- Ha conseguido que su querida prima, de la cual no sabe nada, le defienda

- Le defenderé ahora y siempre- aseguré, levantándome. Todavía sigo sin comprender porqué mis padres no me sacaron de allí en ese momento- Es una buena persona

- ¡Es un pirata!- bramó mi tío

- ¡Es su hijo, tío Arnold!- grité

- ¡Mi hijo está muerto!

Le miré fijamente a los ojos, con las lágrimas brotando de los míos. Entonces me dí cuenta: ese era el verdadero Arnold Cano. El respetable y honorable capitán de la flota real no tenía alma, ni corazón, nada

- ¡Esto es ridículo!- exclamó  mi madre, acercándose la puerta- Alessia, tu cena ha terminado. Ve ahora mismo a tu dormitorio

Mi padre apretaba los dientes con la indignación en la mirada. Lo que acababa de ocurrir no tenía precedentes y si alguien se enteraba, su honor quedaría manchado para siempre. Su hermano y su hija, de nueve años, acaban de discutir delante de él, en su propia casa, y su esposa había intervenido sin ningún reparo.

 Salí corriendo hacia mi dormitorio sin mirar atrás, con las lágrimas brotándome de los ojos. En cuanto llegué, me abalancé sobre la cama y me eché a llorar. No entendía porque mi familia odiaba tanto a Brave John, al fin y al cabo, llevaba su sangre fuera o no un proscrito. Tras un rato, levanté la cabeza, hundida entre las sábanas y miré el reloj de pared. Eran las diez y media; había estado media hora llorando. En un día normal, ya llevaría bastante rato durmiendo, pero eso ya se había acabado. Había llegado la hora. Rápidamente, cogí la maleta, me colgué el colgante y salí de mi habitación. El silencio reinaba en el pasillo. Giré hacia la izquierda en dirección a las escaleras traseras. Las bajé con mucho sigilo, aunque nadie que me pudiera oír: los criados se acostaban temprano. Al llegar al pie de las escaleras, crucé la segunda puerta a la derecha, que eran las cocinas. Al fondo, estaba la tan ansiada puerta. Corriendo, me dirigí a ella y la crucé. Delante de mis ojos se extendía nuestro jardín, con aquel seto tan alto y la hierba recién cortada. Respiré hondo. Por fin era libre.

Marine CrystabelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora