Cap 5: Casi 20 años

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Alessia

Nadie dijo nada al principio. Ahora no me cuesta entender que la tripulación pensara que su capitán me había secuestrado para pedir un rescate o que se había cansado de las fulanas isleñas y había escogido a una niña como su nueva diversión sexual, pero entonces me extrañó enormemente. "Ni mujeres ni niños a bordo" es una de las reglas de oro de la piratería y yo la violé por partida doble aquel día. Todavía recuerdo la cara de la tripulación cuando su capitán les explicó como había "raptado" a aquella niña, su prima Alessia, a petición suya para alejarla de la vida acomodada que tanto odiaba y como iba a transformarla en un pirata, ya que a partir de entonces sería una más de la tripulación. Llegaron a pensar incluso que un demonio le había poseído.

Los primeros días fueron espantosos. El viento, las mareas fuertes, el sol abrasador... cualquier cosa hacía mella en una niña tan pequeña y delicada como lo era yo entonces. Me perdía continuamente por el barco y más de una vez, distraída mirando delfines, estuve a punto de caerme por la borda o de recibir una bala en la cabeza antes incluso de saber disparar. Por suerte, mi primo siempre estaba ahí para guiarme y, sobre todo vigilarme. Él me enseñó todo lo que tenía que saber sobre la piratería. Me entrenó con la espada y la pistola (lo que le costó la vida a bastantes gaviotas) y pronto aprendí a desenvolverme por las islas y las tabernas sin llamar la atención. A pesar de mi condición de mujer, mi primo nunca me obligó a disfrazarme para parecer un hombre entre la tripulación, pero me dio un par de trucos para infiltrarme disfrazada en varios lugares sin ser descubierta.

Como no había guardado casi nada de mi antigua vida a excepción de unos cuantos vestidos y el collar de mi antiguo prometido, me vi obligada a buscarme ropajes de acuerdo a mi nuevo oficio. Aunque al principio era Brave John quien me conseguía la vestimenta, terminé por aprender a coserme mi propia ropa gracias a las clases de las fulanas de un burdel al que solía acudir mi primo. Me obligaba a ir con él allí y a todas partes por miedo a dejarme a solas con la tripulación. Debo concretar que ninguno de sus hombres osó tocarme un pelo jamás. Sabían que si eso ocurría les esperaba la muerte bajo las mismas manos de su capitán. Aún así yo seguía notando sus miradas en la nuca, pero con el tiempo fui acostumbrándome a ellas y aprendiendo a detenerlas.

Cuando cumplí 12 años, Brave John consideró que ya era hora de cederme ciertas responsabilidades y de cambiar algunas cosas. Compró (bueno, más bien robó) un barco nuevo, el Ambassador, con un camarote para mi (hasta entonces yo había dormido en el suyo, en un lecho aparte) y empezó a buscar nuevos puertos en los que atracar y nuevos barcos que asaltar. Aunque intentó que yo no supiera el porqué de tanto cambio, terminé por descubrirlo: mi familia había acrecentado mi búsqueda y pedían la cabeza de mi primo. Decidí entonces cambiar de nombre para que nunca me encontraran. No fue algo que me costara demasiado decidir. Hacía unos meses que había oído hablar a un viejo pirata al que llamaban "El Decaído" sobre su difunta sobrina, a la que quería mucho. Se llamaba Marine. Aquel día me encapriché de ese nombre. Me recordaba al mar que tanto amaba, así que lo escogí. Pero solo con Marine no me bastaba, igual que a mi primo no le bastó con John. Hasta que un día que habíamos atracado en el puerto de La Dorada, una mujer que había ido a hablar con Brave John se acercó a mí y me dijo con amabilidad que le parecía preciosa y cristalina como el agua salina del mar. Eso me dio la idea y a partir de entonces pasé a ser Marine Crystabelle.

Poco más de un año después, mi primo me nombró su segunda de a bordo, aprovechando que el anterior había muerto en batalla. El cambio fue bastante grande. En seguida noté más libertad que antes, podía tomar decisiones, dar órdenes e incluso estar en el frente de batalla.

Con mi banda negra anudada a la cabeza, era la más entusiasta de la tripulación. Pero no por eso menos letal. Con casi 20 años, había asesinado a más personas de las que podía contar y eso me desgarraba, pero eran gajes del oficio. Arrebatarle la vida a otra persona no es divertido, aunque muchos piratas que conocí pensaran que si. Tanto pensaba yo así, que rezaba por cada buena alma que resultaba herida o asesinada en alguna de mis batallas sin merecerlo. Una costumbre.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2016 ⏰

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