Amistades rotas.

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–Megan, no puedes enojarte por eso. ¡Por favor! Sólo son unos estúpidos celos.

–¿Estúpidos celos? –preguntó incrédula. –¿Crees, acaso, que es estúpido pensar que tu tonta amiguita siente algo por ti si pasa todo el día a tu lado? –consultó indignada, sus mejillas rojas de la furia.

Lo cierto es que quizás ella tenía un poco de razón. Su novio pasa mucho tiempo junto a Jamie, pero la única razón existente es su amistad. Comparten gustos, pasatiempos, ideas, pensamientos y una verdadera relación; son mejores amigos desde siempre.

–Nena... –dijo él tratando de calmarse para no alterar más a su novia. Inspiró y exhaló con fuerza antes de hablar–. Sabes que Jamie es mi mejor amiga. Crecimos juntos, nunca podría sentir algo por ella –decía el rubio, pasando con desesperación una mano por su cabello; signo de nerviosismo, además.

Su noviazgo pendía de un hilo. Megan no lograba comprender que él la quería a ella, que no había nadie más perfecta ante sus ojos porque estaba loca y perdidamente enamorado –o eso creía él–; tanto así, que si su chica le pidiera la luna, él la bajaría sólo para ella.

–Justin –lo llamó seria–. No quiero que tú me cambies por ella –agregó Megan, hipócritamente, con una expresión inescrutable y homicida que ocultaba su miedo a perderlo.

–Vamos, amor... –alargó–.Tú la conoces. Es como un chico. ¡Está chiflada! No es linda como tú –se acercó más a ella–, no tiene un lindo cabello –acarició su sedoso y oscuro pelo–, no es hermosa como tú –acarició delicadamente la suave piel de su mejilla–, no es perfecta como tú; no se comparan. –La besó tiernamente. –Nunca te cambiaría por ella. Es como mi hermano y tú eres irreemplazable –dijo tranquilo, casi sin pensar en las palabras que salían de su boca.

Mirando los perfectos ojos color chocolate de su novia, se acercó a besarla de nuevo, derramando todo lo que sentía en aquella muestra de amor. Porque frente a Justin, Megan era la mujer de su vida, su todo: la dueña de sus sueños y suspiros, su más grande anhelo. Mientras que ella sólo lo hacía por corresponder el gesto y fingía afecto para mantenerlo junto a ella y no "perder popularidad". Claro, ¿con quién más que con el capitán del equipo de baloncesto podría estar la respetada Megan Banks? Y sí. Esa era realmente su forma de pensar.

El corazón de Jamie se estrujó y podía sentir las lágrimas quemando detrás de sus ojos. No lo creía. Ese no podía ser su mejor amigo, porque él había prometido que nunca la cambiaría, ni así estuviera enamorado y sus opciones fueran ella y la chica en cuestión; fue un juramento de mejores amigos, algo de hermanos.

Ese no podía ser su mejor amigo, porque ella creyó en el chico que le hizo esa promesa hace, lo que se sentía, un millón de años atrás. Pasó prácticamente toda la vida a su lado, no era cualquier chico, ¡era Justin! El único que la entendía, apoyaba y estaba siempre con ella. ¡Dios! No podía creerlo. No ahora ni en unas horas, ni tampoco mañana. No podría creerlo ni aunque lo hubiese estado esperando, porque no había oportunidad de que eso fuera remotamente posible. Se sentía abrumada, confundida... Era imposible. Esto no podía estar pasando.

Jamie no es una chica común. No es femenina, demostrativa ni afectuosa, no es delicada ni tampoco tierna o dulce. Ella prefiere una camiseta ante un vestido, odia el rosado y arreglarse o maquillarse, se oculta tras holgadas ropas para no mostrar su cuerpo, prefiere estar todo el día por casa en pijama antes que salir a pasear a un centro comercial; no es como las demás.

Es la menor de cinco hermanos y la única mujer. Nunca tuvo oportunidad de compartir con su madre consejos de moda o una charla de chicas, cosas tan simples y comunes para cualquier otra adolescente; pero no para ella. Nadie le enseñó o la ayudó durante el comienzo de su adolescencia, nadie estuvo con ella en los momentos difíciles además de Justin. Sólo él.

I'll always be with you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora