Heridas profundas.

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#Narra Justin.

–-¡Justin! –me saludó sonriente el padre de Jamie.

–Hola Will –lo saludé, cordialmente, correspondiendo su sonrisa.

–¿Vienes a ver el partido o a mi niña? –Sonrió.

–A Jamie –admití. – ¿Está? –pregunté esperanzado.

No tenía idea de dónde se había metido. Estábamos en el parque, riendo, bromeando y haciendo competencias estúpidas, cuando llegó Megan y me pidió que habláramos. Entusiasmado y luego nervioso, acepté. Se veía seria y molesta; no me esperaba nada bueno. Jamie dijo que me esperaría para irnos juntos a casa, ya que vivimos cerca, pero cuando fui a buscarla me tropecé con mi skate en medio del césped y al preguntar por mi amiga, los chicos me dijeron que se había aburrido e iba a dejarme la patineta para poder irse.

–Sí, pasa. Está en su cuarto. –Se hizo a un lado para dejarme entrar.

–Gracias –dije antes de caminar hacia las escaleras.

–¡Justin! –gritaron Tim, Dave y Mike desde la sala.

–¡Ven a ver el partido con nosotros! –Me invitó Mike.

–Hola –sonreí. –Vengo a ver a Jamie, lo siento. Además, sé que ganaran los Lakers –dije seguro, antes de subir las escaleras corriendo para no escuchar los reproches y burlas de los hermanos Craven.

Me detuve frente a su puerta y toqué un par de veces; no quería terminar sin un brazo o con un zapato en la cara. No me respondía así que le hablé, pero seguía sin obtener alguna señal de vida de su parte.

–Jamie, vamos, ábreme. ¿Qué pasó? –consulté ya preocupado. Ahora que recuerdo, tampoco había respondido a mi mensaje. – ¡Jamie! –Elevé un poco el tono de voz, comenzaba a molestarme; nunca me ha gustado que me ignore. –Jamie Amy Craven, o me abres o entro de todas formas. –La amenacé, pero de nada sirvió porque aún no conseguía respuesta alguna.

Giré el pomo de la manilla y no logré nada; la había asegurado. Jo. Der. Sabía que algo le había ocurrido, de otra forma no se encerraría en su cuarto sin si quiera lanzar algún grito sulfurado para que dejara de insistir. También cabía la posibilidad de que se hubiera escapado, pero no lo creía muy probable. Lo siguiente en la lista era que estuviera molesta por... Pero eso no podía ser porque no había estado cuando... ¿Y si… oyó algo de la conversación que tuve con Megan? Puta. Mierda.

Me metí a la pieza de Tim, que quedaba justo al lado de la de Jamie, me senté en la ventana y le pedí a Dios,por favor, que su jodida ventana estuviera abierta porque sino me iba a matar. No, ella no tenía un maldito balcón como en las películas y yo enserio podía matarme si pisaba mal y llegaba al piso.

Salí totalmente, apoyando mi cuerpo en la pared y afirmándome de las vigas del techo, hasta que avancé los dos metros que me separaban de su ventana y la traté de abrir con el máximo cuidado posible para no caer y romperme algo. Estaba abierta. Gracias, Dios; iré a la iglesia este domingo, lo juro.

Si se preguntan por qué no bajé a pedir una llave para abrir la puerta como cualquier persona normal habría hecho; la respuesta es que no hay una llave para abrir la puerta del cuarto de mi mejor amiga, debido a que ella se encargó de hacerla desaparecer. Recuerdo haber pensado que había sido una idea de lo más genial... Ahora no lo creía tanto.

Corrí las cortinas y entré con cuidado de no hacer ruido. Cuando estuve dentro cerré la ventana. Sonreí un poco al ver el enorme desastre que tenía; se parecía a mi habitación. Recorrí el lugar con la mirada y la encontré durmiendo en su cama, acurrucada entre las sábanas, con el pelo revuelto y las mejillas enrojecidas por el calor. Respiraba tranquila y pausadamente, luciendo calmada e indefensa. Di un paso para acercarme a su cama, pero un crujido me hizo detuvo en el intento. Era un vidrio roto. Pero, ¿de qué? Observé con detenimiento el cuarto de Jamie y mi estómago se estrujó al darme cuenta de qué era.

I'll always be with you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora