MAÑANA DE LUNES EN UN SEX-SHOP

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Lauren pov

Un lunes por la mañana… ¿quién iba a entrar en aquel sex-shop de barrio? Nadie absolutamente.

Sólo nosotras dos, que veníamos de estar follando toda la noche y que aún no nos habíamos ido a dormir. Camila se empeño en entrar y en aquel momento no supe por qué, porque lo último de lo que tenía ganas a esas horas y con el cuerpo como lo tenía era de pensar, ver, saber, imaginar… Nada que tuviera que ver con el sexo. Pero te empeño en entrar y entramos, al fin y al cabo, ya sabe que nunca le llevo la contraria. Quizá por eso te empeño en entrar, sólo para fastidiarme, porque yo odio esos sitios. Llenos de hombres rijosos y viejos verdes. Además, ya no hay ninguna necesidad de ir a esos sitios desde que existen jugueterías sólo para chicas.

Pero, en fin, Camila tiene un lado cutre que no es precisamente uno de tus encantos.

Afortunadamente no había nadie. Recorrio las estanterías, mientras yo miraba distraída de lejos, esperando que nos fuéramos por fin a desayunar. Después cogio no sé qué cosas y te fue a pagar. La vi de lejos, hurgando en la bolsa y volviendo a las estanterías. Se acerco ñ adonde están las revistas porno y estuvo hojeándolas.

También eso me dio mucha rabia; me molestan mucho las revistas porno para hombres.

—Ven —dijo con una voz que no admitía réplica. Y fui, y, cogiéndome de la mano, me llevo a un lugar más o menos escondido detrás de una estantería—. ¿Has tenido suficiente esta noche?

—Estoy destrozada, cariño. Ha sido fantástico, mejor que nunca. Pero estoy cansada, tengo hambre y sueño. Vamos a desayunar de una vez… — supliqué, pues aún no sabía por dónde andaba.

—No estoy muy segura de haberte dado todo lo que querías…

Yo no sabía de qué iba aquello. Entonces saco de la bolsa un vibrador que ya se había encargado de desempaquetar y supongo que de pagar. Lo puso en marcha.

—Dime que quieres más —soltó Camila con esa voz que no admite réplica— dime que te has quedado con ganas.

Yo me empecé a poner muy nerviosa y a farfullar no sé qué cosas.

—Dime que quieres más

y me abrio la bragueta y puso en marcha el vibrador y me lo aplico sobre el coño, sobre la braga. Notaba la vibración, claro y me dolía por las anteriores acometidas de aquella noche. La cosa aquella hacía ruido y estar allí de pie, donde cualquiera que diera la vuelta a la estantería podría vernos, me puso muy nerviosa, pero también me había puesto, de repente y de nuevo, muy excitada. Me miro a los ojos.

—Dime que estás deseando que te folle otra vez.

El vibrador comenzaba a hacer su efecto y tu Camila me cogio la barbilla y me paso la lengua sobre la cara; el deseo, que parecía muerto, nació de nuevo con ese contacto, despacio, en el centro de mi ombligo, como un picor que se extendía hacia abajo, hacia el centro neurálgico del placer. Apreto con fuerza el vibrador sobre mi coño, sobre la tela de las bragas. Y yo comencé a olvidar dónde estábamos y a concentrarme en esa sensación que empezaba a extenderse por mi piel. Entonces te detuvo.

—No —dije—. No te detengas. Dame más, cariño, aún tengo más ganas —susurré en su oído.

—Tú siempre tienes ganas — dijo sonriendo—, pero no, ya ha habido bastante por hoy. En realidad, tengo otro regalo. Este es para luego —dijo.

El vendedor parecía saber mucho mejor que yo lo que venía ahora. Camila me desabrocho el pantalón, me lo bajo un poco y después me bajo las bragas; el vendedor estaba mirando y ahí estaba yo, con las bragas en las rodillas.

Entonces saco unas bolas chinas y me las metio con un dedo. Yo gemí de dolor.

—Para que no te olvides de mí en todo el día.

Me subí la ropa y, caminando como pude, nos fuimos por fin a desayunar.

Sex (one-shots Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora