LA PÉRDIDA DE LA(S) VIRGINIDAD(ES)

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Camila's POV

Toda la clase de segundo salió del aeropuerto de Barajas rumbo a Londres con una sola idea en la cabeza: follar. Para la mayoría era nuestro primer viaje en avión y yo vomité en la bolsa que hay en el respaldo del asiento. Se supone que íbamos a aprender inglés, pero no íbamos a aprender nada. En mi caso, por lo menos, así fue.

Al llegar nos recogió un minibús que nos fue dejando en las casas de las familias que nos iban a alojar. A mí me dejó en casa de un matrimonio extraño.

Por las mañanas teníamos clases y por las tardes todos nos íbamos a un parque cercano, así que nos pasábamos el mes rodeados de compatriotas, hablando en español, bebiendo montones de cerveza y ligando, sobre todo ligando y tratando de follar.

Teníamos quince años y aprovechar ese mes de libertad para perder la virginidad era una especie de obligación inexcusable; eso es en lo único en lo que pensábamos durante todo el día. A mí no es que me volviera loca el asunto, pero es lo que había que hacer para no ser rara, y yo ya era bastante rara, así que no quería seguir siéndolo. Por eso, todas hablábamos de chicos y tratábamos de que se fijaran en nosotras.

El asunto era «mojar», como decíamos entonces. Y yo ligué con Shawn, un chico que venía de otro instituto de mi misma ciudad. Anduvimos un par de días tonteando y el tercero ya me metía mano. Tengo que decir a las jóvenes de hoy que entonces eran los chicos quienes nos metían mano, pues nosotras hacíamos poca cosa; como mucho nos dejábamos. Así que, al tercer día, Shawn empezó a meterme mano por debajo de la camiseta, lo cual me dejaba más bien fría.

Miento: la verdad es que me daba mucha rabia. No podía entender cómo ninguna chica podía encontrar agradable que un chico te manosease las tetas de aquella manera; yo lo encontraba humillante, la verdad.

Pero me lo callaba y me dejaba, procurando pensar en otra cosa mientras tanto. Los chicos a esa edad no sabían nada de mujeres, ni de los cuerpos de las mujeres; lo que no es extraño, porque nosotras mismas tampoco sabíamos nada de sexualidad.

Así que pensábamos que aquellos manoseos salvajes eran la forma normal de hacerlo. Los chicos parecían obsesionados con las tetas: tocar una teta parecía ser su objetivo en la vida y si te las tocaban eras una chica con suerte. Además, en mi opinión, las tetas eran mejores que los besos. Los besos me gustaban aún menos porque, al fin y al cabo, en la teta no hay mucho de ti misma, pero un beso sin deseo es muy desagradable. No tengo buen recuerdo de aquella experiencia. Si me acuerdo de ella y me acuerdo aún de que el chico se llamaba Shawn es porque con él perdí mi virginidad y eso era un suceso considerado vital en la vida de cualquier mujer.

Pasados unos días de manoseo en el parque podían ocurrir dos cosas: o que no pasara nada más o que fuéramosa más. A mí me parecía que teníamos que ir a más, porque con quince años y estando fuera de casa todas sabíamos que había llegado el momento y que quien volviera virgen a casa es que no tenía remedio. En aquellos años pensábamos mucho en eso.

Comencé a hablar del tema con mis amigas y todas estaban de acuerdo en que era buen momento. Se trataba de encontrar un lugar donde hacerlo, porque ambos vivíamos en casas particulares que quedaban descartadas. Hicimos una de las cosas más extrañas que he hecho en mi vida. Como ambos acudíamos al mismo colegio por la mañana, uno de aquellos días, al acabar las clases, nos metimos en el baño y nos quedamos allí hasta que se cerró el colegio.

Cuando se fue todo el mundo, apagaron las luces y nos quedamos solos dentro del edificio. Por entonces no había alarmas ni nada parecido. Una vez allí, solos, me tumbé en el suelo, me manoseó un poco, se bajó el pantalón entre jadeos y yo me bajé el pantalón y las bragas; no vi gran cosa, porque me había ocupado de apagar la luz.

Sex (one-shots Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora