UNA BUENA BOFETADA A TIEMPO...

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Lauren's POV.

Camila me llama por la mañana y quedamos en vernos el sábado para ir a comer al campo. No hace ni dos semanas que nos conocemos, apenas nos hemos acostado un par de veces y de ninguna de ellas me acuerdo bien, porque en ambas ocasiones yo estaba borracha. Pero lo que sí sé es que ella me gusta más de lo que nadie me haya gustado nunca. No sé muy bien por qué, no sabría explicarlo porque no es el tipo físico de mujer que me ha gustado hasta ahora y tampoco me gusta demasiado como persona; su cuerpo, por la razón que sea, me atrae como un imán.

No quiero hacerme más preguntas. Quedamos en una plaza que hay cerca de su casa y allí estoy yo a la hora justa; no quería retrasarme por nada del mundo. Ella aparece también a su hora; es puntual y eso me gusta, odio esperar y no me gusta la gente que hace esperar.

Cogemos el coche y salimos a la carretera. No hablamos mucho porque lo cierto es que me quedo muda cuando estoy en su presencia. Y eso que yo soy muy habladora, pero lo cierto —y no se lo puedo decir porque no me creería— es que cuando estoy cerca de ella literalmente me ahoga el deseo. Tampoco eso me había pasado nunca. Cuando la veo, me siento como si dentro de mí se inflase un globo que me presionara el sexo y el pecho, me impidiera respirar, me impidiera hablar y también me impidiera comer. Algún día, ella se asustará de todo eso y no querrá ni hablar conmigo.

Creerá que es amor y yo también llegaré a creerlo, pero en realidad, nunca será amor, siempre será deseo. Nunca será ternura, no serán ganas de estar con ella en un sofá leyendo o viendo la televisión, ni ganas de ir alcine, ni de irme con ella de vacaciones, ni de comentarle un libro, ni de comentarle nada.

Desde que la conozco y hasta mucho tiempo después, sólo tendré ganas de follar con ella y la posibilidad de hacer otras cosas no me seducirá nada; todo lo que no sea follar me parecerá perder el tiempo.

En esa mañana nos dirigimos a un pueblo de la sierra a pasear; luego pensamos comer por ahí y volver. En el coche voy como levitando; tener su cuerpo tan cerca es como si estuviera en carne viva, con toda la piel al aire, como si fuera desnuda.

Cada poro de mi piel está inflado incluso ahora, mientras recuerdo aquello. Después de una hora y media de coche llegamos a un sitio en el que se puede dar paseo por el campo, así que detiene el coche al lado de la carretera.

Bajamos y comenzamos a caminar por el monte; el pueblo se ve a lo lejos. Nos internamos un poco alejándonos de la carretera, buscando un lugar desde donde no se escuche el ruido de los coches. Caminamos un rato y, llegadas a un punto que ella considera suficiente, me detiene y comienza a besarme.

Sus besos son muy extraños, como de papel, como si no profundizaran, aunque lo hagan.

Siempre he pensado eso, incluso la primera vez cuando me besó en aquel bar en el que la conocí.

Es como si apenas te rozara. Pero eso no es malo porque son besos que nunca te sacian, que te dejan con ganas de más, que te abren el hambre, que te hacen desear que siga y siga…

Me besa metiendo sus manos bajo mi jersey y diciéndome que me tumbe en el suelo. Entonces yo me pongo un poco nerviosa porque pienso que cualquiera nos puede ver; esto no es precisamente el desierto; estamos cerca de un pueblo muy turístico. Pero me tumbo de todas formas: ni se me ocurriría no hacerle caso. Lo que Camila quiera de mí lo tendrá: es así de simple.

Me gustará dárselo, sea lo que sea. Ella lo sabe. Me tumbo en el suelo, aunque no puedo evitar estar pendiente de los ruidos; pienso que podré oír si viene alguien y que nos dará tiempo a levantarnos o, al menos, a fingir que estamos tumbadas descansando. Eso me tranquiliza: pensar que me dará tiempo a reaccionar si alguien se acerca y que sólo tengo que estar un poco ojo avizor. En realidad, no me gusta nada estar aquí tumbada, estoy deseando que nos levantemos, que vayamos a comer y después, ya en Miami, podamos follar, sí, pero en su casa.

Pienso que es difícil ponerse en situación mientras intentas escuchar supuestos pasos que se acercan, aunque pienso también que besar es fácil.

Pero su intención no es que nos besemos: se tumba directamente encima de mí, me abre el pantalón y mete la mano debajo de mis bragas. Eso me pone un poco más nerviosa, pero a ella le gusta coquetear con el peligro; siempre está en el filo de la navaja. A pesar de los nervios y de la sensación de intranquilidad que me produce estar en esa situación en medio del campo, o precisamente por ello, estoy muy excitada al sentirla encima de mí, al sentir su cuerpo encima del mío, al ver cómo ella se baja un poco el pantalón para apoyarse mejor en mí.

Sigue besándome, me agarra los brazos con los suyos y los sujeta con la mano izquierda detrás de mi cabeza; ni intentaría moverme, ni intentaría desprenderme de su mano, que es para mí una atadura más fuerte que una cadena. He podido comprobar que a ella le gusta mandar en la cama y ella habrá comprobado también que eso a mí no sólo no me importa, sino que es lo que quiero de ella.

En todo caso, no hemos pasado de los juegos inocentes a los que juega cualquier pareja. Hasta ahora.

De repente, con la mano derecha me abofetea con fuerza una vez, y después otra y otra… no son bofetadas de broma, no son cachetes, no son palmadas. Jamás había hecho eso; en realidad, nadie me ha hecho algo así. Al principio, la sorpresa me paraliza, lo paraliza todo, paraliza el mundo alrededor.

Dejo de escuchar los sonidos del campo, dejo de escuchar mi respiración, que ahora parece un río que baja por una montaña abrupta, dejo de escuchar su aliento sobre mi cara.Y enmedio de ese silencio, que es como si estuviera en el interior de una caverna, una oleada de placer, que nace muy dentro, explota dentro de mí. Es un placer distinto a todos, es más que un orgasmo, es más que placer sexual, es todo el cuerpo, todo, desde la punta de los dedos de las manos hasta la punta de los dedos de los pies lo que se quema. Camila me besa y me abofetea alternativamente. Yo no puedo soportar la simple idea de que se levante, de que deje de pegarme, de que levante su peso de mí. Necesito que me toque el coño ahora, lo necesito como nunca he necesitado nada, es una necesidad animal, es un deseo que exige ser saciado en este mismo momento.

Me pega, me pega, y continúa besándome y pegándome hasta que por fin baja su mano a mi coño y comienza a acariciarlo por debajo de las bragas mientras sigue sujetando mis manos con su mano y su boca sigue hurgando en mi boca.

Apenas tiene que tocarlo, no hace falta nada más que un leve contacto de sus dedos para que comience a correrme y, en el momento en que comienza mi orgasmo, mete dos dedos en mi vagina y me provoca un orgasmo largo, potente, profundo, que me nace en el vientre, en el centro de mi ombligo, y se extiende a todo el cuerpo por la superficie de la piel. Cuando yo aún estoy corriéndome, ella comienza a correrse también; en ese momento vuelve a abofetearme y, aunque incluso a mí ahora me resulte difícil de creer, entonces vuelvo a empezar. Hace ya un rato que me ha dejado de importar la posibilidad de que alguien nos vea y por eso ahora grito, porque escuchar mi propio grito de placer me ayuda a prolongarlo. Es más que un grito,es un rugido,es una petición para que no pare. El placer es inmenso, tan inmenso que nunca olvidaré este día.

Cuando acabamos, se levanta como si nada y todo vuelve a ser normal, excepto yo. Nos subimos de nuevo al coche y vamos a comer.

Pero yo no vuelvo a ser la de antes. No puedo comer y apenas puedo pronunciar palabra durante la comida por más que Camila intenta entablar una conversación, pues sus bofetadas siguen sonando y me siguen quemando la piel a un cuando estemos sentadas en un restaurante. El placer no se aparta de mi piel, el globo ha vuelto a hincharse en mi interior, sólo con mirarla mientras me habla. Toda yo me he convertido en sexo: la superficie de la piel, los nervios, mis músculos…

Estoy sentada y noto como mi clitoris late al recordarlo; no puedo pensar en otra cosa durante la comida ni nada puede ahora rozar un solo átomo de mi piel sin sentir un placer intenso.

Después de comer volvemos a casa en silencio.

Sex (one-shots Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora