¹New Blood - TVD

Cap. 6 Un beso y una mordida

Mikela.

Me desperté con una calma extraña, como si hubiera dormido más de un día. Mi cuerpo se sentía ligero, pero mi mente pronto comenzó a llenarse de imágenes.

Recordé el ataque: un vampiro me emboscó por la espalda, y entonces Elijah irrumpió en el departamento de Slider. Los mató a todos sin titubear y luego me llevó con él. Ahora, con la conciencia recuperada, debía enfrentarme a una verdad que podía cambiar mi pasado y mi futuro.

Lo primero que intenté fue hacer magia. Nada. Sentí un hormigueo en las yemas de los dedos, pero ningún poder fluyó. Seguro me habían inyectado verbena o alguna mezcla de hierbas que bloqueaban mis habilidades temporales.

Suspiré con frustración y miré a mi alrededor.

Estaba en una habitación de otra época. La cama, los muebles, los candelabros... todo tenía un aire del siglo pasado. Toqué la tela de la colcha; era gruesa y bordada a mano. Estaba en algún lugar donde Elijah se sentía cómodo.

Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Bajé la vista y me di cuenta de que llevaba puesto un camisón blanco. Llevé una mano a mi espalda. Limpia. Ni rastro de sangre, ni dolor. Como si el ataque nunca hubiera ocurrido.

La puerta se abrió y entró una mujer mayor, vestida de forma impecable, con la postura rígida de alguien que estaba bajo compulsión.

—El señor Elijah la espera en el comedor dentro de una hora. Tiene tiempo para darse un baño y cambiarse —dijo con voz neutral.

De uno de los armarios sacó una bolsa con ropa y la dejó sobre la cama. Fruncí el ceño al verla. Era un vestido steampunk. No era precisamente mi estilo actual, pero en los ochenta vestí así durante mi tiempo en Inglaterra.

—¿Él eligió esto? —pregunté, sin poder ocultar mi sorpresa.

La mujer no respondió, solo inclinó levemente la cabeza y salió de la habitación.

Decidí aprovechar el baño. Para mi alivio, a diferencia de la habitación, era completamente moderno. Me metí bajo el agua caliente y noté que el tinte temporal de mis mechas rosadas comenzaba a deslavarse. Suspiré. Al parecer, cambiaría de look otra vez.

Cuando estuve lista, la misma mujer volvió y me guió por un largo pasillo con varias puertas cerradas. Bajamos por una escalera imponente y, al llegar al vestíbulo, vi la puerta principal. Podría salir y evitar esta conversación, pero... si él se molestaba, ¿qué haría? No quería averiguarlo. A veces no sabía si mis pesadillas eran sobre Elijah o si él solo era el rostro de todos mis miedos.

El comedor era enorme.

Elijah estaba sentado a la cabecera de una mesa larga, con un lugar preparado a su lado.

—Mikela, te ves mejor —dijo sin rodeos, señalando la silla vacía—. Siéntate. Necesitamos hablar.

Me quedé de pie unos segundos, analizándolo. Su tono era sereno, pero sus ojos me escudriñaban con demasiada intensidad.

—¿Hablar sobre cómo te clavé una estaca en el pecho? —repliqué, con una media sonrisa.

Elijah soltó una leve risa, como si el tema no le molestara en lo absoluto.

—Oh, eso es lo de menos —dijo con naturalidad—. Siéntate.

Lo hice, más por curiosidad que por obediencia. Me miró fijamente y, tras un momento, sonrió.

—No puedo creer que estés viva... Mi pequeña hermana.

Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.