Capítulo 3 | El inicio de algo más grande

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[03] El inicio de algo más grande


Alice

Recargo la página de Gmail por enésima vez bajo la mirada de mi hermana, que mastica de manera perezosa su tostada con mermelada.

—Vas a romper el internet si sigues con eso —se burla de mí con la boca llena.

Pongo mala cara. Se supone que a esta hora debería llegar un correo de la agencia donde confirme si quedé seleccionada. Ya van cinco minutos de retraso y las esperanzas comienzan a esfumarse frente a mí.

—¿Y si no quedé?

—Pues buscas otro.

Paso una mano por mi frente.

—Son los más difíciles de encontrar, Phia. Más ahora que los niños todavía no están de vacaciones. Tal vez tendría más oportunidades de algún servicio de tiempo completo el mes siguiente.

Tuerce los labios.

—¿Eso significa que tendrás que conformarte con los temporales?

—No me queda de otra —le recuerdo, sin muchas ganas.

Las cuentas, las deudas y los gastos extras no esperarán a que yo consiga un mejor sueldo, seguirán presentándose en la puerta de mi departamento y alguien debe hacerse cargo de ellas. Tanto mi hermana como mi mamá colaboran; pero, debido a que la primera apenas llega a fin de mes con lo que gana y la última solo se encarga del alquiler porque desde hace dos meses pasa más tiempo en la casa de su pareja, la mayor parte de esos tediosos papeles con cifras numéricas recae en mí.

Cada que pienso que podré soltar mi labor como niñera para aspirar a un futuro estable, esa ilusión se desvanece entre mis dedos. Esto es lo más seguro que tengo —y puedo— ofrecerme por el momento. Por muy desgastante que sea trabajar con niños, da una buena paga y sus frutos se ven en la no tan mala calidad de vida que tenemos.

Mi estado es deplorable, incluso lo puedo ver a través de los ojos marrones de mi hermana. Aún llevo el pijama, el cabello en un moño malo hecho y las ojeras marcadas por la ansiedad que me impidió descansar.

Necesito saber que obtuve ese servicio.

Necesito trabajar para Christian Wood.

O de lo contrario, sostenerme económicamente sin nada estable va a ser un tormento.

Sin un servicio permanente o uno temporal asegurado por un plazo de mínimo dos semanas, me impedirá cubrir mis gastos y no puedo recurrir a mi mamá, que poco a poco va dejándome con el peso económico de este departamento. Y ese no era el trato que hicimos al mudarnos aquí. Pero si yo contara con un sueldo fijo cada mes, la historia sería diferente y entonces no me pesaría en los hombros que se esté mudando en silencio a la casa de su pareja.

—Aún no puedo creer que conociste al mismísimo Christian Wood en persona —reflexiona Phia, de pronto—. Hablaron en la galería de fotos en el aniversario de su imperio, detuvo el tráfico solo para ayudarte y se tomó la molestia de enseñarte la vista de la ciudad que tiembla con cada noticia suya. Suena a un buen inicio para una película. O libro.

Su mención me hace recargar la página con más insistencia.

—Sé lo que intentas insinuar. Y estás equivocada.

—¿Lo estoy?

Ante el tono sugerente, levanto la cabeza de la pantalla para reprenderla, sin embargo, agudizo los oídos por los familiares pasos en tacones que se acercan a la cocina. Basta una mirada para que ambas dejemos que la conversación termine y nos concentremos en lo nuestro. Por el rabillo del ojo, la veo adentrarse sosteniendo el teléfono con una sonrisita, lo que significa que quien está del otro lado de la línea es su novio Robin que, como de costumbre, le desea los buenos días con una breve llamada.

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⏰ Última actualización: Nov 04 ⏰

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La rebeldía de querer amar | Libro 1 (Nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora