Capítulo 3: La luz y su protector.

6K 643 93
                                    

«Cuando sientas que has estado solo por tanto tiempo que no tienes la posibilidad de amar de nuevo, recuerda que siempre hay alguien que esta dispuesto a darte el amor y cariño que tanto deseas.

Tal vez no sea el príncipe azul en el que tanto pensaste, pero será lo que necesitas, y posiblemente te dé la felicidad que te mereces.

Te encuenta que a veces un lobo feroz que pueda cuidarte en todo momento, así como tú a él; puede ser mucho mejor que un príncipe que siempre llega casi al final del cuento y que se lleva el crédito de todo».

Capitulo 3:

La luz y su protector.


Y entonces pasa aquello que Daimon no esperaba que ocurriera ni en un millón de años, y mucho menos esa fría noche. El enorme lobo se queda parado sin mover uno solo de sus músculos. Aún no cree lo que acaba de pasar: las voces se habían callado.

¡Las voces se callaron!

¡Ni siquiera oía el molesto zumbido en su cabeza! Dios, era una locura para él, pero no las escuchaba; algo con lo que nada más había podido soñar, pasaba justo ahora. ¿Qué es lo que ocurrió? Más importante, ¿cómo?

Entonces Daimon se movió un poco y fue consciente de la mano del humano que lo acaricia en la cabeza. Levanto la mirada de su cuello y la posó en su rostro, para toparse con una sonrisa de su parte.

—¿Qué te sucede, lobito? Te veo un poco distraído. —Oliver acarició esta vez sus orejas, causando que el lobo suelte un pequeño sínodo de satisfacción ronco y bajito, disfrutando del contacto con el chico—. ¿Te gusta que te acaricie, cierto? Pues no te desesperes, grandote, lo hago con mucho gusto.

Oliver continúa con los mimos en la coronilla del animal. Este, bajo el toque de sus mano, se comporta más como un cachorro amaestrado que como la feroz bestia que se supone él es. El humano disfruta de sobar el pelaje del lobo; tal y como lo supuso, era suave y calentito.

De pronto se escucha un pequeño sonido que parece provenir de algún animal —gracias al enorme silencio se oye más fuerte de lo que debería—, y este rompe la amena atmósfera de se creó entre ambos. Oliver se sobresalta y aleja su mano de la cabeza del contrario, voltea la cabeza y encuentra a una lechuza blanca que lo mira desde la copa de un árbol. Pero la curiosa ave aletea y se aleja volando poco después, se pierde entre las tupidas ramas en menos de un minuto. Oliver observa en la dirección por donde se fue, como hipnotizado por ese raro avistamiento.

Daimon no tiene tiempo de reaccionar cuando siente cómo el horrible pitido regresa a su cabeza de a poco. No comprende lo que está pasando o qué provoca todo esto. En un momento está allí y al siguiente no. No tiene sentido, está aterrado de se la voces regresen.

Daimon se percata de que la mano del chico ya no está acariciándolo, sino que retrocedió hacia el pecho del humano. Se encontraba tan inmerso en esa desconocida y extraña sensación, que no se dio cuenta del sobresalto de «su presa». Este se quedo viendo algún punto fijo entre los árboles y detuvo sus caricias.

Ahí es cuando algo hace clic en la cabeza de Daimon y al fin comprende lo que ocurre: es el chico, su tacto para las voces; si en cuanto le toco ellas callaron y cuando se detuvo empezaron a regresar, no existía otra explicación. Sin detenerse a pensar, buscó desesperado retomar el contacto, movió su cabeza en del dirección a las manos del muchacho y encontró alivio de inmediato.

El humano podía silenciar las voces, ya Daimon acaban de confirmarlo. Por muy desorientado que se sintiera en este momento por la inesperada revelación, todo lo que el lobo deseaba era continuar con esa reconfortante sensación.

Daimon: La Bestia del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora