Capítulo 7: Magia escondida y luces verdes.

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«¿Por qué cuando sientes que ya has tenido suficiente de algo la vida se empeña en seguir arrojar más?

Tal vez nunca lo sabremos, así que solo nos queda luchar. Puede que sea duro, casi imposible, pero las mejores cosas de la vida lo son.

Ve tras lo difícil; por lo fácil siempre hacen fila»

Capítulo 7: Magia escondida y luces verdes.

A Oliver le va a tomar el resto de su vida limpiar este sitio, de eso está más que seguro. El ático es el único lugar de la casa que sigue intacto desde su llegada, debido a que ese lugar era un gran desastre, hay cajas por todos lados, muebles cubiertos con mantas, estanterías repletas de libros —les echó una ojeada y algunos ni siquiera están en inglés— y cuadros viejos con pinturas de paisajes y muchos retratos de vaya a saber quiénes. Sin contar que el polvo se encargó de bañar todas las cosas junto a las telarañas, que eran más de la que podían contar; hojas de distinto tipo lograron colarse por algún lado y ahora yacían secas, todas desparramadas por el piso.
Horrible.

Y si algo odia Oliver con todo su ser es al desastre. Lo irónico es que él no es «Señor Orden», su cuatro a menudo está patas arriba, aunque ese sea el único sitio en el que es desorganizado; es como su Triángulo de las Bermudas personal, el epicentro de todas sus desgracias —en cuanto a ropa tirada y zapatos perdidos se refiere—. Es algo extraño porque no le importa si él es quien provoca aquello, es su problema y se hace responsable. Lo que le molesta el cundo otras personas hacen estragos en un lugar en el que no deben y no se ocupan de él. Es en cierto modo algo hipócrita, es verdad. Es humano tener fallas, ¿está bien? Él no es perfecto.

Una de las pocas cosas buenas de ese lugar es el gran ventanal que da vista al bosque. Este sigue la forma inclinada del techo y es rectangular y deja entrar una buena cantidad de luz natural. Agradece eso, le dará mayor facilidad para organizar todo por no parece que haya algún bombillo¹ por aquí. Los rayos de sol se cuelan a través de esos vidrios, por lo que se logran ver las partículas de polvo volando de aquí para allá. Sonríe al pensar en lo hermosos que deben ser los atardeceres desde allí. 

Se dice a sí mismo que ya habrá tiempo de apreciar la vista cuando haya terminado con este parte de su castigo. Su madre ahora se encontraba en el pueblo, fue a comprar algunas cosas y a averiguar sobre las inscripciones en la preparatoria local, ella quiere poner todo en orden para que su hijo pudiera recursar su último año sin muchas dificultades. Así que, lo mejor sería que inicie con su labor lo antes posible para poder acabar pronto con el trabajo. No pudo salvarse esta vez.

Las Galletas Chantaje 2.0 no funcionaron en aplacar la ira de su madre —se las comió todas, sin embargo—, el castigo se mantuvo intacto. Él sabía que la versión original era más efectiva, con ella por lo menos habría recuperado su teléfono, pero no, tuvieron que educarlo para estar en contra de explotación laboral de los insectos. Estúpidas abejas y sus estúpidos derechos.

Con un plumero en una mano y una escoba y pala en la otra, el adolescente dio un largo suspiro que fue disimulado por el cubre-bocas que llevaba pesto para no inhalar polvo o suciedad. Puede hacer esto.

Como lo más probable era que acabará más sucio que el ático en un principio, se vistió con un pantalón corto de mezclilla, una camiseta vieja camiseta con el logo de Superman y unas simples sandalias azules por no va arruinar su ropa. Deja el plumero y la pala sobre algo que parecía ser un escritorio desgastado e inició a barrer las hojas con una escoba.

Lo primero es quitar la suciedad superficial, así que barre todo el suelo, la tierra; las hojas desaparecieron poco a poco hasta dejar paso a un suelo de madera clara, bien conservado. Todos aquellos desperdicios los recogió con la ayuda de la pala y luego los depositó en una gran bolsa negra para basura. Al terminar esa labor, prosigue a quitar las telarañas con el plumero, que resulta algo difícil porque debe treparse a un sofá desgastado para alcanzar las más altas y casi se resbala por la tela que cubría el sillón.

Daimon: La Bestia del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora